La ilusión del cambio

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Las crisis son oportunidades para  cambiar de piel,  porque, o crecemos  y fluimos acorde a los nuevos tiempos, o nos  morimos.

Dag Hammarskjöld   fue el segundo  secretario general de las Naciones Unidas,  de 1953 a  1961. Esta organización internacional   fue fundada por 51 países después, de la Segunda Guerra Mundial,  con el  objetivo  de mantener  la paz y la seguridad en el mundo. Hammarskjöld  fue un visionario admirable. Él  sabía que para cumplir tan altos objetivos  había que hacer cambios mentales y de corazón en la gente.  ¿Cómo lograr la amistad entre naciones enemigas? ¿Cómo hacer  que los países trabajaran juntos para promover el  progreso social, los derechos humanos, la justicia, la libertad, el respeto ambiental en las naciones más  débiles acosadas por el  hambre,  azotadas por  la violencia y  la corrupción de sus dirigentes?

Cuando visité la ONU conocí  imponentes salas de sesiones, como  la sala de la Asamblea General y  la del Consejo de Seguridad, donde se discuten los problemas mundiales.  Sin embargo, estuve también  en otra  salita,  minúscula,  pero poderosa. Imaginé que los  cambios positivos  que están  transformando la calidad de vida de millones de personas en el planeta, como los Objetivos de Desarrollo del Milenio, los Derechos de la Niñez,  etc. fueron inspirados  allí. Hammarskjöld  construyó este espacio único  con el apoyo de personas de diferentes credos, entre ellas  judíos, musulmanes y cristianos,  y la nombró:  Sala de Meditación. Está abierta  al público, y en ella se  medita en un   silencio absoluto,  a pesar del  bullicio generado por las miles de personas, de todas las naciones  que transitan en el complejo de esta gran  sede.

Hammarskjöld decía: “Todos tenemos dentro un centro de quietud rodeado de silencio. Esta casa (ONU)  dedicada al trabajo y al debate por el  servicio de la paz ha de contar con una sala dedicada al silencio exterior y a la quietud interior…”. Hammarskjöld tenía claro que si se expandía la conciencia y  la mente  emergerían nuevas actitudes y valores que transformarían poco a poco  al mundo.

Este  año de elecciones   en Guatemala será crítico.  Desde hace más de 50 años nuestros cambios de gobierno han sido ¡ilusorios!  El Estado,  esa vieja habitación que no ha sido renovada, está a punto de desmoronarse. Lo que toca  ahora es  construir una casa nueva ¡donde quepamos todos! Exclamó el Clarinero.

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