El estilo inscrito en el ADN de esta ciudad explota una vez más (Milán tiene cuatro semanas de la moda al año) y entra en efervescencia, superpoblándose con una fauna de apariencia provocadora y extramoderna.
Las creaciones para el otoño–invierno 2015-2016 de la colección de Stella Jean, durante la Semana de la Moda de Milán. (Foto Prensa Libre: AP)
Un ejército de conductores de limusinas, personal de seguridad y fotógrafos se encarga de señalar visualmente al milanés de a pie que un evento vibrante y exclusivo tiene lugar en su barrio en ese momento.
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Poco después, todo se desvanece al mismo tiempo, tras la escasa decena de minutos que dura un desfile, y la hora larga que se prolonga todo el espectáculo, incluida la espera previa y los flashes posteriores.
Modelos lucen creaciones para el otoño–invierno 2015-2016 de la colección de Roberto Cavalli. (Foto Prensa Libre: AP)
La agenda de desfiles, muy apretada, impone histéricos movimientos de masas a cámara lenta e interminables atascos.
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Sin ir más lejos, los accesos al desfile de Versace se colapsaron el sábado, amenazando con el caos. La pequeña calle de entrada quedó totalmente bloqueada por una increíble marabunta de fashionistas, grupos de turistas asiáticos beat en busca de personal VIP, cientos de participantes en el evento, o decenas periodistas, que intentaban en vano salir de la multitud para enfilar a toda prisa hacia la siguiente cita.