Un grupo de científicos británicos de la Universidad de Bath (Inglaterra) se ha marcado como misión producir carne cultivada en laboratorio.
BBC NEWS MUNDO
La carrera por producir carne artificial y cómo puede cambiar la forma en la que comemos
Cada vez el futuro está más cerca.
La carne producida en laboratorio es uno de los retos de los científicos hoy en día. (Foto Prensa Libre: BBC)
Si lograran reproducir el proceso a escala industrial, los amantes de la carne podrían comerse un trozo de tocino sin que ningún animal haya tenido que ser sacrificado.
- La empresa que produce carne de pollo sin matar un solo animal
- La calculadora que te dice cómo lo que comes y bebes impacta en el ambiente
Los productos cárnicos de laboratorio aún no están a la venta, aunque una compañía estadounidense, Just, ha dicho que sus nuggets de pollo cultivado a partir de células extraídas de pluma de pollo vivo pronto estarán en algunos restaurantes.
La doctora Marianne Ellis, ingeniera química de la Universidad de Bath, cree que la carne cultivada en laboratorio es “una fuente de proteína alternativa para alimentar al mundo”.
Para eso es necesario tomar una muestra del tejido de cerdo, aislar las células madre para cultivar otras nuevas y después ponerlas en un biorreactor. De esta forma pueden expandirse de forma masiva, explica el estudiante de posgrado Nick Shorten, de la Universidad de Aberystwyth, en Gales.
“Así el cerdo todavía está vivo y feliz, a la vez que puedes conseguir mucho tocino”.
Pero replicar el sabor y la textura del tocino llevará años de investigación. Por el momento, en Bath están experimentando con algo que es completamente natural: hierba.
A modo de prueba, lo que estos investigadores británicos están haciendo es hacer crecer células de roedores, que son más baratas y fáciles de usar, en unas estructuras de hierba que funcionan a modo de andamio.
“La idea era esencialmente, en lugar de alimentar a una vaca con pasto y luego comer la carne, ¿por qué no ‘dar de comer hierba a nuestras células cultivadas’?”, dice Scott Allan, un estudiante de posgrado en ingeniería química.
“Usamos el andamio hecho con hierba para que las células crezcan, y después éste se puede incorporar al producto final”.
Ese producto final sería realmente tejido muscular puro, carne magra, y no algo con el sabor y la textura de un tocino o de un filete, así que habría que añadirle células de grasa y células conectivas para darle “un poco más de sabor”, explica Allan.
Para que la carne cultivada sea una opción factible en el futuro, las células tendrán que cultivarse a gran escala.
“Lo que estamos haciendo aquí es diseñar biorreactores, y el proceso necesario para usarlos y cultivar células musculares a gran escala que sean rentables, seguras y de alta calidad. De esta forma, podremos proporcionar células musculares cultivadas a tanta gente como la quiera”, asegura la doctora Ellis.
Para ello, Ellis prevé tomar “las células primarias” de un animal vivo o que haya sido recientemente sacrificado, o si no usar una población de células “inmortalizadas”, que seguirán dividiéndose.
“Esto hace que no sea necesario matar a ningún animal, siempre tendrás esta célula ‘inmortal’ que podrás usar siempre”.
Una carne que no necesita el sacrificio de un animal puede resultar muy atractiva. Tanto para los animalistas como para quienes están preocupados por los problemas ambientales que supone la producción ganadera.
Richard Parr es director gerente para Europa en The Good Food Institute, un grupo sin ánimo de lucro que promueve alternativas a los productos de la agricultura convencional.
Parr dice que la carne cultivada en laboratorio tiene el potencial de usar mucha menos tierra y agua, emitir menos dióxido de carbono, ahorrarles a miles de millones de animales un inmenso dolor y sufrimiento, y de ayudar a combatir la resistencia antimicrobiana y la contaminación de los alimentos.
“También es una oportunidad comercial enorme en la que las empresas, universidades y gobiernos deberían aprovechar la oportunidad para apoyar e invertir”, argumenta.
Según Marianne Ellis, la mayoría de los análisis parecen sugerir que la carne cultivada supone también una reducción significativa tanto de los gases de efecto invernadero, como del uso de la tierra y el agua, pero no está tan claro el ahorro energético.
Un estudio reciente descubrió que la carne cultivada en laboratorio podría ser peor para el clima que la carne convencional, aunque la investigación no analizó el uso del agua y del suelo.
“La carne cultivada podría ser una de estas alternativas prometedoras para reducir las emisiones agrícolas, pero hasta que obtengamos más datos de producción, no podemos asumir eso de forma automática”, dice el autor del artículo, John Lynch, de la Universidad de Oxford.
Los investigadores de Bath ven un futuro donde la carne cultivada conviva con la agricultura tradicional.
Illtud Dunsford, cofundador con Marianne Ellis de la empresa de biotecnologíaCellular Agriculture, proviene de una larga familia de agricultores en Gales y es defensor de métodos tradicionales, pero dice que en el futuro será necesario gestionar las tierras de cultivo y que el ganado seguirá jugando su papel, pero más pequeño.
“En mi pequeña granja en el oeste de Gales, lo que me gustaría ver es que fuimos capaces de mantener una gama de razas de ganado nativas muy, muy tradicionales, aunque sea a escala muy pequeña, pero con una calidad y cuidados excelentes”.
No se espera que la carne cultivada en laboratorio esté disponible a gran escala en al menos cinco años.
Queda por ver si la gente querrá comerla o no. Las encuestas en Reino Unido, por ejemplo, sugieren que el 20% la comería, el 40% no y el resto está está indeciso.
Los sondeos muestran también que las generaciones más jóvenes, los habitantes de núcleos urbanos y las personas de mayor nivel económico están más abiertas a la idea.
Chris Bryant, psicólogo de la Universidad de Bath, dice que hay tres factores importantes que deben tenerse en cuenta: el precio, el sabor y la seguridad.
El tercero es el más difícil de abordar, dice, basado en “la falacia naturalista“, bajo la cual la gente cree que las cosas naturales son buenas y las antinaturales son malas.
En última instancia, serán los consumidores quienes juzguen el éxito o el fracaso de la carne cultivada en el laboratorio.