Con 3,342 km2 y unos 673,574 habitantes, la Mancomunidad de la Verapaz surge de la asociación de las comunas de Cobán, San Pedro Carchá, Santa Cruz Verapaz y San Juan Chamelco. La región comprende una realidad compleja en que convergen dimensiones y relaciones sociales, económicas, políticas y culturales enmarcadas en un área geográfica con características especiales, además de potencialidades que se deben tomar en cuenta para la toma de decisiones sobre el futuro de las comunidades que la integran. A partir de esto surge la importancia de conocer las interioridades que desde el análisis del territorio se pueden obtener para contribuir y planificar el accionar actual con objetivos de mediano y largo plazo.

Una de estas interioridades hace referencia a las condiciones ecológicas, geográficas y antrópicas de la mancomunidad, las cuales presentan relaciones en las que el crecimiento poblacional, la demanda de insumos, alimentos y áreas para el establecimiento de sistemas de producción agrícolas y forestales ejercen presión sobre los recursos naturales, aunado a un aumento de la demanda ocupacional y habitacional derivada de la migración del campo a las ciudades. En este contexto se observan deficiencias de política, al no permitir que los esfuerzos de planificación se encaminen hacia la construcción y empoderamiento de las poblaciones, a fin de que exista una simbiosis territorio-grupos humanos sin crear efectos negativos como la alteración y destrucción del entorno ambiental en el que coexisten.

En un plano relativamente difícil de definir, la confluencia de lo social, económico y cultural de la región exterioriza características en las que el factor común es la pobreza, en conjunto con una clara carencia de oportunidades, proyectos y estrategias en donde los pobladores encuentran dificultades para desarrollarse a nivel individual o colectivo. La estructura social del territorio está formada por una mezcla de grupos que históricamente han estado presentes o se han integrado como producto de desplazamientos internos entre los cuales los niveles de educación, habilidades y competencias no les permiten participar o tener propuestas productivas que generen alternativas de ingresos y empleo.

En este escenario, las potencialidades surgen como un emolumento que podría ser la solución para el desarrollo del territorio. Según el Modelo de Desarrollo Económico Territorial propuesto por Fundesa, hay dinámicas asociadas a cultivos de exportación, atractivos turísticos, proyectos forestales y desarrollo de infraestructura económica que podrían constituirse en los motores económicos sobre los que se podría mejorar la estructuración y organización de las cadenas de valor de los productos, generando ventajas competitivas a la vez que se consolidan las capacidades de organización de pequeños productores que les permitan ser elegibles a financiamiento, coadyuvando a convertir la mancomunidad en un espacio de inversión que beneficie a la mayoría de pobladores.

Derivado de ello, la MancoVerapaz tiene el deber histórico de ser el ente generador de dinámicas de crecimiento socioeconómico modificando las condiciones en que la población cohabita. Debe también tomar decisiones congruentes de política y normatividad provenientes del acoplamiento funcional de las propuestas de los principales actores involucrados, pero no deben ser solo propuestas de corto plazo, ante lo cual se perdería el objetivo crucial de asociación municipal que dio vida a esta mancomunidad. Tiene, en la planificación a largo plazo, el compromiso de considerar que la población —mayoritariamente joven— demandará de ellos condiciones de vida que satisfagan sus necesidades básicas además de contar con todos los elementos de bienestar en donde instituciones, servicios, infraestructura, empleo, salud, educación y tecnología superen en mucho los estándares sobre los cuales se basa la sociedad actual.