Comunitario

No se respetan discapacidades

La capital y las ciudades de provincia están llenas de obstáculos para los dos millones 315 mil guatemaltecos con alguna discapacidad. Desagües sin tapadera, postes, teléfonos públicos y vehículos que obstruyen banquetas, y falta de sensibilidad humana constituyen, entre otros, barreras para personas que tienen dificultad para movilizarse.

Luis Orozco, quien en el año 2008 perdió su vista por una bala perdida. (Foto Prensa Libre: Edwin Bercían)

Luis Orozco, quien en el año 2008 perdió su vista por una bala perdida. (Foto Prensa Libre: Edwin Bercían)

CIUDAD DE GUATEMALA- Los obstáculos se multiplican en el transporte de pasajeros y la vía pública, en el acceso a edificios, en lugares de trabajo o estudio y en la comunicación — los telenoticieros no utilizan lenguaje de señas, por ejemplo—.

El 3 de diciembre se celebra el Día Mundial de las Personas con Discapacidad en un país cuyas autoridades no toman en cuenta a personas con discapacidad, quienes luchan para lograr su inclusión social y desarrollo integral.

Problemática

Según el Informe Mundial sobre la Discapacidad 2011, de la Organización Mundial de la Salud, se calcula que el 15 por ciento de la población tiene alguna discapacidad.

Los tipos se definen por deficiencia física o motora, intelectual o cognitiva, visual, auditiva, sordoceguera, talla pequeña y múltiple, explica Diana Bonilla, de la Fundación Guatemalteca para Niños con Sordoceguera Álex (Fundal).

El Estado debe garantizar los derechos de las personas con discapacidad, tal como lo establece la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por Guatemala en el 2008, recuerda Rosa Idalia Aldana, coordinadora de la Red Nacional de Personas con Discapacidad (Renadisgua).

“La sociedad debe alejarse de la mentalidad asistencial y de caridad, y vernos como personas productivas, al generar las oportunidades a nivel empresarial y abrir espacios laborales y de participación social”, añade.

Respecto de educación, en el 2013 se inscribieron 22 mil 716 personas con discapacidad, lo que representa solo el 4.83 por ciento de esta población. “Por la falta de recursos no se puede invertir en infraestructura accesible a los centros educativos”, indica Aldana.

Sin acceso

La disponibilidad de servicios de salud, educación y de trabajo es aún más reducida en la provincia. “Los índices de pobreza agravan la situación, así como la creencia de que la discapacidad es un castigo de Dios, y los prejuicios”, agrega Bonilla.

“Tenemos limitadas nuestras oportunidades de trabajo. El Estado, que debería ser modelo de inclusión laboral, no ha asumido el reto. Una medición del 2010 sobre áreas de empleo estableció que solo 0.39 por ciento de los trabajadores estatales tiene discapacidad”, explica

Sebastián Toledo, director del Consejo Nacional para la Atención de las Personas con Discapacidad.

“Es más fácil marginar a una persona por lo que no sabe hacer que generar las condiciones para que lo haga bien”, dice Toledo.

Arlen Cárdenas Palacios
“Ella es una bendición y un ejemplo de lucha”, Hace 13 años nació Arlen  Cárdenas Palacios, quien a causa de una asfixia durante el parto tiene parálisis cerebral y baja visión. Por ende, no puede movilizarse por sí misma y no habla.

Su madre, Ana María Palacios de Cárdenas, se encarga de su atención diaria, así como de llevarla desde su casa, en Ciudad Satélite, zona 9 de Mixco, hacia  Fundal, en Lomas de Portugal, donde se le educa para que realice acciones que  para la mayoría serían sencillas, como sostener la cabeza, hacer movimientos o comunicarse mediante gestos.

 “Ella ha tenido grandes avances, por eso no dejo de llevarla. Ella entiende lo que le digo y pone más atención a las cosas”, dice.

El recorrido hacia ese centro educativo sería considerado un sacrificio para muchos, pero  ella lo considera un reto. Antes de salir, coloca en un carruaje a Arlen y acomoda un cojín debajo de su cabeza. “No uso silla de ruedas porque no podría subirla al bus ni  la pasarela”, agrega. Transita por un sinuoso camino de tierra. Son 10 cuadras hasta la parada de un microbús que la llevará a la ruta Interamericana. Le deja el carruaje a su esposo.

Casi a toda hora los vehículos van llenos. No hay lugar para que siente a Arlen, por lo que su madre la lleva en sus piernas. Si hubiera espacios disponibles, la niña se   resbalaría al no poder sostenerse. Baja y sube gente. Se sienta cerca de la entrada a fin de que  le sea fácil bajarse, ya que muchos conductores carecen de paciencia, pero debe levantarse varias veces para dejar pasar a los pasajeros. Con el ceño fruncido, Arlen demuestra su molestia.

Al bajar,  lleva en brazos a su hija, que pesa unas 35 libras, por medio kilómetro. Al salir de Fundal, sube una pasarela para tomar un bus que la regresará a su casa. A falta de rampas, grada tras grada el esfuerzo se acrecienta, de la misma forma que el deseo de lucha. “Ella es una bendición para nosotros y un ejemplo. Si ella lucha cada día, ¿por qué no lo vamos a hacer nosotros”, dice Ana María.

Legislación Obsoleta

Según    Renadisgua,    la Ley de Atención a las Personas con Discapacidad 135-96    se  cumple  solo  en  6 por ciento.   Esa norma es obsoleta  y  no sanciona,  dice Rosa  Aldana, de Renadisgua.

Una  propuesta de ley  más  incluyente   está en el Congreso desde    el 29 de octubre. “Lamentablemente  es  más  importante  aprobar  bonos y  endeudar  más  al país que beneficiar a dos  millones 300 mil personas con discapacidad”, añade.

Luis Orozco -“Uno aprende a vivir así”-

Una bala perdida le dio un giro a la vida de Luis Orozco, de 46 años, en el 2008. El proyectil perforó sus ojos, así como su ilusión de continuar en un puesto  ejecutivo como asesor de proyectos en una empresa.

A raíz de que un gerente se comportó de manera discriminativa contra él, tuvo que dejar de trabajar  en el 2013 y  dedicarse a fabricar productos de limpieza por su cuenta. Pese a las vicisitudes que  afronta, su actitud positiva y su sonrisa constante es contagiosa. “Uno cambia a bien, se vuelve más tolerante y más paciente. No se pueden cambiar las cosas, y uno aprende a vivir así”, dice.

  Durante su recorrido desde la Plaza de la Constitución, zona 1, hasta La Terminal,  zona 4, donde transborda otro autobús para dirigirse a su residencia, en Tierra Nueva,  sortea múltiples obstáculos. Es asistido para abordar el vehículo.

Luego de algunos minutos de marcha, pregunta cuál es la siguiente parada. “En  Europa, un altavoz indica  qué parada sigue, lo cual sería de gran utilidad para personas como nosotros”, refiere.

Las ventas callejeras, vehículos sobre las aceras, postes y alcantarillas averiadas  en La Terminal ponen en riesgo su integridad física. Tiene que alejarse de una venta de elotes asados colocada en la mitad de la acera al sentir el calor que emite la estufa. Es evidente la molestia de algunos vendedores cuando Orozco se acerca a sus tarimas, está a punto de toparse con ellas y botar sus productos. Aunque es guiado en algunas oportunidades por peatones, hay quienes lo ignoran.

“No me contestan cuando les pido indicaciones o me guían mal. En una ocasión, una persona que me ayudó a cruzar la calle no se fijó que venía un automóvil, el cual no se detuvo y me quebró el bastón”.  Ese es uno de los muchos ejemplos de la falta de sensibilización de la sociedad. “Todas estas barreras lo encierran a uno y perdemos nuestra libertad”, dice.

Silvia Solares -“No ven la capacidad”-

Autobuses,  empresas privadas y estatales de servicio y comercios no están adaptados para la altura  de Silvia Solares: 1.20 metros.

A causa de un trastorno de nacimiento de la hipófisis, Solares, de 46 años, es de talla pequeña. Trabaja como coordinadora de programas para el adulto mayor en una oenegé.

“Si ahora me quedara sin trabajo, sería difícil que me contrataran, porque la gente ve la discapacidad y no la capacidad”, dice.

 Sale de su casa en la zona 6 para hacer un trámite en un banco, donde el mostrador sobrepasa su cabeza. Es atendida por un  empleado, aunque no logra ver lo que este le entrega. “Es más difícil cuando voy a una empresa de telefonía y hay sillas altas donde no me puedo sentar”, refiere.

Cuando se dirige a la pasarela para cruzar al otro lado de la calle Martí, para transportarse en bus hacia la zona 1, una persona que traslada unas láminas no la ve y ella debe bajarse de la acera para no ser golpeada. Un riesgo en su camino.

Sube la primera grada del vehículo  con algo de dificultad. Pasa la tarjeta electrónica de pasajes por el detector. En esta ocasión no fue tan difícil. “Hay buses donde no alcanzo y debo  pedir ayuda”, explica. Otra dificultad es que no alcanza el timbre para tocarlo y  hacer la parada.

Solares llama la atención de algunas personas. Un hombre de la tercera edad la observa fijamente. “A la gente le da curiosidad verme, pero ya me he acostumbrado”, asevera.

Zacapa -“Sufrimos desempleo”-

“He tenido  limitaciones cuando transito por carreteras,  aceras, edificios y me transporto en buses. Estar en silla de ruedas  me causa úlceras”, relata Bohanerges Bautista, de 37 años, vecino de Zacapa y que trabaja en radiotecnia, oficio que le es insuficiente para vivir.

Hace 13 años tuvo un accidente, luego del cual pasó 17 días en el intensivo de un hospital. Pasó  por un proceso de rehabilitación de dos años en la capital. “Sufrimos  desempleo. Tocamos puertas para tener un trabajo y así sostener a nuestra familia”, explica.

“Se nos dificulta usar el transporte e ingresar en edificios  públicos, deportivos y recreativos, y no   existen políticas laborales”,  indica Francisco Quinto, presidente de la Asociación de Personas con Discapacidad de Zacapa, donde viven 336 de estas personas.

 “En períodos anteriores, el despacho municipal estaba en el segundo nivel. Este lo trasladé al primer nivel durante mi período y  construí una rampa, para que las personas con discapacidad puedan entrar sin  dificultad”, refiere el alcalde  Eliseo Salguero.  Por Víctor Gómez

Quetzaltenango -“Hay peligros” –

Daniel Monterroso, así como tres de sus hermanos,    nació con retinitis pigmentosa.  Originario de la aldea Varsovia,  San Juan Ostuncalco, perdió la vista por completo a los 17 años.

Pese a ello, no se resignó a vivir  bajo el cuidado de sus padres; él quería ser independiente. A los 19 años, recibió rehabilitación en el Comité Prociegos y Sordos en la capital. Luego, se graduó de maestro de enseñanza media y cerró pénsum en Pedagogía. Trabaja en la comuna altense.
Monterroso lamenta que en el diseño de la infraestructura de las ciudades no se les toma en cuenta.

  “En el Centro Histórico de Xelajú, el mayor peligro son los balcones que sobresalen  de las paredes, ya que   uno  se golpea con ellos. Lo mismo sucede con la carrocería de los camiones estacionados”, afirma. Por Alejandra Martínez

Escuintla -Enfrenta problemas-

A causa de un accidente laboral ocurrido con la retroexcavadora que manejaba, José Manuel González, de 33 años y vecino de la cabecera de Escuintla, perdió las piernas y el brazo derecho.

 Aprendió a desplazarse en silla de ruedas, pero al llegar a un edificio debe prescindir de ella y subir las gradas utilizando su brazo, debido a que estos lugares   no tienen elevadores ni rampas.

Pese a su discapacidad, realiza sus tareas diarias. Es de admirar el hecho de que se las ingenia para  practicar natación.

Ha viajado a la capital donde algunas personas le ayudan a subir a los autobuses que no cuentan con facilidades para personas con discapacidad como él.  Por Enrique Paredes

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.