“Aquí venimos a participar y divertirnos. Ser mesero es un arte“, comentó este competidor de 35 años, quien viajó desde su pueblo maya de Chichicastenango, en el altiplano occidental de Guatemala, hasta la Antigua Guatemala (50 km al suroeste de la capital) para participar en la 13 edición de la “Carrera de las Charolas“.
La vos de una mujer desde un altoparlante empieza con la cuenta regresiva y al estrepitoso sonido de un silbato, los corredores salen despavoridos buscando las primeras posiciones y sobre todo, mantener el equilibrio para llevar intactos los recipientes con cerveza, agua, gaseosa y bebida hidratante.
El recorrido consta de 1.5 km alrededor del parque central y los competidores son sigilosamente observados por jueces durante todo el trayecto para evitar algún tipo de trampa.
La categoría femenina fue ganada por Sandra Hernández, una treintañera que durante seis años consecutivos ha obtenido el primer lugar.
Entre aplausos, Sandra indica que las claves de su triunfo es “el equilibrio, la concentración y la rapidez“.
En tanto, la categoría masculina la dominó Rudy Civil, de 19 años, quine dijo sentirse satisfecho por el triunfo.
“Estoy satisfecho porque para eso me había entrenado, gracias a Dios logré ganar. Ya no aguantaba la mano por el peso de la bandeja pero pude llegar“, expresó
“Vivo aquí en la Antigua y es importante participar para integrarnos a esta comunidad“, indicó Jeremy Clark, 27, un neoyorquino que se mudó al país hace dos meses para trabajar como profesor de inglés.
“Practiqué un poco pero es muy difícil“, agrega al momento de señalar un vaso de plástico que estrelló en el suelo.
Peculiar tradición deportiva
La carrera, que ser realiza desde hace 13 años y premia con dinero en efectivo los primeros lugares, surgió como una actividad recreativa entre empleados de un restaurante concurrido en el centro de la ciudad, explicó Santiago Charal, uno de los promotores del evento.
Charal cuenta que la competencia llamó la atención a propietarios de otros negocios y fue así como se decidió formalizar la carrera y convocar a meseros de otros restaurantes y hoteles.
“En el primer año participaron 200 corredores y ahora tenemos 500 aproximadamente (la mayoría hombres) y algunos vienen de otros departamentos“, refiere.
Con elegantes vestidos y corbatines o simplemente con una camiseta del establecimiento donde laboran, los improvisados atletas llaman la atención de los locales y los turistas que acuden a uno de los sitios emblemáticos de Guatemala, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1976.
Lo complicado de la prueba lo experimentaron Natalia Sarzynski (Canadá) y Megan Surette (Estados Unidos), bartenders de una cantina local, quienes al no poder mantener las bebidas en la charola optaron por cruzar caminando la meta mientras sorbían la cerveza, lo que desató las carcajadas del público.