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Alfonso X, el Sabio, jamás se hubiera imaginado que más de 700 años después de haber dado un impulso vital al castellano en la península ibérica iban a existir vocablos como coche para referirse a una persona sucia o que para aludir a un ebrio se iba a decir que está a matraca.
Pues bien, esas palabras son definidas ahora por el Diccionario de la Lengua Española como chapinadas, q ue se refieren a dichos propios pronunciados por un chapín, término que hace referencia a un guatemalteco. Se incluye también el vocablo chapinismo como se conoce a los giros o modos especiales de hablar de los chapines y, más aún, alguien puede chapinizarse al adquirir las costumbres y los modales chapines.
Estos vocablos ya están incorporados en la 23 edición de la obra que la Real Academia Española presentó el jueves recién pasado en Madrid.
Durante mucho tiempo se consideró que términos como chiriz (niño), cuto (frasco pequeño de aguardiente) o guachimán (guardián) no eran apropiados y se les veía de manera despectiva por ser expresados por la plebe. Sin embargo, ahora ya forman parte de los 19 mil americanismos que incorpora el nuevo diccionario.
Puesta en común
El texto fue armonizado por todas las academias de la lengua española que existen en los países donde se habla este idioma.
La nueva edición del diccionario tiene en 93 mil 111 entradas, frente a las 88 mil 431 de la edición del 2001; ahora recoge 195 mil 439 acepciones. En total, la 23 edición tiene dos mil 376 páginas que introducen 140 mil enmiendas que afectaron a unos 49 mil artículos.
Los académicos reconocen que el idioma está vivo y pese a sus intentos por modernizarlo siempre habrá vocablos que se les salen de las manos. Ese es el caso de ébola, término con el que se conoce al virus que ha matado a miles de personas en África y que amenaza con introducirse a escala mundial, que posiblemente hará su aparición en la próxima edición del diccionario.
El director de la obra, Pedro Álvarez de Miranda, reconoce que “el sino de los diccionarios es quedarse anticuados en seguida”. Pese a ello, señala que el propósito de la obra es recoger el léxico general utilizado en España y en la América hispanohablante.
En el caso de los vocablos utilizados por los guatemaltecos, ya no hay ninguna duda en cuanto a que se pueden utilizar con propiedad palabras como casero (querido o amante), chipichipi (llovizna), chis (interjección que alude a algo sucio), cuerudo (desvergonzado), mara (chusma), embrocar (culpar a alguien) y hueva (pereza), entre otros términos.
Aporte universal
Estos vocablos son parte de la riqueza lingüística que Guatemala le aporta al castellano, una lengua, que como diría el ministro español de Educación y Cultura, José Ignacio Wert: “Es el alma de nuestros pueblos, fundamento de nuestra cultura, fruto de nuestro mestizaje, refugio de nuestra memoria, fuente de convivencia, canal de cohesión y testimonio de nuestra identidad plural y común”.
NUEVA EDICIÓN
Magna obra fue presentada en Madrid.
El diccionario recoge 195 mil 439 acepciones, de las cuales 19 mil vocablos son americanismos.
La edición española es de un tomo y cuesta 99 (unos Q1 mil).
La versión americana tendrá dos tomos y costará 70 (unos Q700).
Tiene poco más de mil guatemaltequismos.
Fue editada por la Real Academia Española en colaboración con 22 academias americanas.
Puede consultarse en www.rae.es