Al menos esta es la conclusión a la que ha llegado Laura Mersini-Houghton, investigadora en el Universidad de Chapel Hill, Carolina del Norte, que ha demostrado matemáticamente que los agujeros negros no pueden existir. El trabajo no solo obliga a los científicos a reimaginar el tejido del espacio-tiempo, sino también nada menos que a repensar los orígenes del Universo.
“Todavía estoy en shock”, ha reconocido Mersini-Houghton. “Hemos estado estudiando este problema durante más de 50 años y esta solución nos da mucho qué pensar”, añadió.
Durante décadas, se ha creído que los agujeros negros se forman cuando una estrella masiva colapsa bajo su propia gravedad en un único punto en el espacio. A su alrededor se forma una membrana invisible, conocida como el horizonte de sucesos. Cualquier objeto que la sobrepase es engullido y no podrá dar marcha atrás en su camino. Es el punto en el que la atracción gravitacional de un agujero negro es tan fuerte que nada puede escapar de él.
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La razón por la que la existencia de los agujeros negros es tan extraña es que se enfrenta a dos teorías fundamentales del Universo que se contradicen. Una, la Teoría de la gravedad de Einstein, que predice la formación de Agujeros Negros, pero la otra, una ley fundamental de la teoría cuántica, afirma que ninguna información del Universo puede desaparecer jamás. Los esfuerzos para combinar estas dos teorías llevan a un disparate matemático que llegó a ser conocido como la Paradoja de la pérdida de información.
En 1974, Stephen Hawking utilizó la mecánica cuántica para demostrar que los agujeros negros emiten radiación. Desde entonces, los científicos han detectado las huellas de estos fenómenos en el Cosmos y se ha tratado de identificar cuántos existen.
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Sin embargo, Mersini-Houghton ha descrito en su trabajo un escenario completamente nuevo. Está de acuerdo con Hawking en que cuando una estrella colapsa bajo su propia gravedad se produce radiación. Pero ella en su trabajo muestra que, por el desprendimiento de esta radiación, la estrella también arroja masa. Tanto es así que a medida que se contrae ya no tiene la densidad para convertirse en un agujero negro.
Antes de que se pueda formar un agujero negro, la estrella moribunda se hincha por última vez y seguidamente explota. De este modo, el Agujero Negro nunca se forma y tampoco su horizonte de sucesos. El mensaje principal del trabajo de Mersini-Houghton es claro: no hay nada que exista similar a un agujero negro.
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El documento fue presentado recientemente en el archivo arXiv, un sitio en internet desarrollado en 1991 por Paul Ginsparg como un archivo para informes de investigaciones de física que después se amplió para incluir astronomía, matemáticas, informática, ciencia no lineal, biología cuantitativa y estadística. Pero ya en junio pasado, la investigadora habia publicado un avance de su investigación en la revista Physics Letters B. Con información de www.abc.es