Otra sucesión entre años complicados
Ciertamente, hubo avances en algunos ámbitos, como los de la persecución del delito, la seguridad, la economía o la infraestructura pública, pero estos resultan imperceptibles y con escaso impacto frente al abrumador cúmulo de problemas y necesidades públicas, pues ya ha entrado al segundo decenio del siglo XXI y no se vislumbra el consenso político imprescindible frente a la causa común de superar los rezagos de todo orden que a diario alejan a Guatemala del concierto de países progresistas.
La falta de un plan de nación es el principal escollo para ese anhelado despegue. Muchas veces se ha intentado, pero en igual número de ocasiones ha sido descalificado o bloqueado por quienes detentan los liderazgos políticos, porque a causa de sus desmedidas ambiciones personales y sus agendas ocultas son incapaces de sentarse a dialogar como sujetos maduros, sensatos y responsables, en un ejercicio con el interés nacional como única divisa.
Mientras los dirigentes políticos carezcan de capacidad o voluntad para articular y ponerse de acuerdo en torno del contenido de esa agenda mínima, Guatemala seguirá dando tumbos y cambiando de expectativas y prioridades cada cuatro años, conforme a la particular concepción de “desarrollo” que conciban y promuevan quienes estén en el control del Gobierno.
Con el inicio del próximo año, quienes ya se encuentran en plena lucha por el usufructo del poder político volverán a la carga con ataques, contraataques y descalificaciones; a la violación abierta y sistemática de la débil legislación electoral que prohíbe la campaña anticipada; a los obsequios triviales como forma de congraciarse con electores incautos; a tapizar el territorio con los colores partidarios, inclusive en infame atropello de monumentos y el patrimonio natural, y a colmar la paciencia ciudadana con la demagogia que los presenta como la tabla salvadora de un país agobiado por la incompetencia y la parálisis de la dirigencia nacional.
Estas épocas de concordia suelen ser vistas como el marco propicio para demandar de quienes están en eminencia responsabilidad ante los destinos de la Patria, y aunque la experiencia demuestra lo inútil de tales exhortativas, no pueden dejarse en el olvido, por la lejana esperanza de que algún día haya en ellos una muestra de sensatez y hagan suyo el ejemplo de sociedades que estaban más polarizadas y confrontadas que la nuestra, pero que ahora caminan por portentosas y envidiables fórmulas de progreso, gracias a su capacidad de diálogo y negociación.
Mientras tanto, solo queda la esperanza de que cada familia guatemalteca, en lo individual, se esfuerce por el cultivo de los valores propios de las personas de bien, en la convicción de que la suma de voluntades puede traer el bienestar que es incapaz de dar el Estado, y a buscar en ese microcosmos un año 2014 henchido de bienestar y paz.