Aunque Rodas y el cronista de la Ciudad, Miguel Álvarez, coindicen en que no se sabe la cantidad de víctimas fatales, registros históricos del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología afirman que fallecieron 250 personas. No existen datos de la localización del epicentro ni la magnitud.
La devastación fue colosal no solo a raíz de la debilidad de materiales de las construcciones, como adobe y bajareque, sino porque aparentemente el terremoto fue superficial, añade Rodas. “La ciudad no estaba preparada para semejante golpe, por eso se cree que causó mayor daño que el de 1976”, agrega.
Los temblores iniciaron con uno suave a las 21.30 horas. “A las 22.25, nuevo y alarmante sacudimiento llevó a la tribulación y el desconsuelo a las familias”, así describió los movimientos telúricos la crónica del periodista Víctor Miguel Díaz en aquella época.
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Los antiguos palacios coloniales alrededor de la Plaza Mayor se desplomaron completamente, así como la mayoría de edificios públicos, construidos a finales del siglo XIX, y se quedaron casi todas las instituciones públicas en la calle, explica Gisela Gellert en su obra Ciudad de Guatemala, factores determinantes de su desarrollo urbano.
El alumbrado eléctrico fue suspendido desde el primer estremecimiento de tierra. Con el segundo fuerte temblor, a las 23.45 horas, los habitantes notaron movimientos de trepidación y oscilación y “algo así como un desequilibrio de la meseta”.
El 26 de diciembre, el gobierno de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920) ordenó que escoltas salieran a las calles para evitar los saqueos. Se instalaron albergues provisionales en la Plaza Mayor y plazuelas del Teatro Colón, La Concordia, San Sebastián, Recolección, los parque Estrada Cabrera e Isabel La Católica, el Santuario de Guadalupe, El Calvario, el Cerro del Carmen y en Gerona. “Los temerosos habitantes muchos de los cuales habían perdido a sus seres queridos se refugiaron en ‘tembloreras’ armadas dentro de los patios o huertas”, dice Álvarez. Por la inminente caída de sus restos, ciertas casas constituían peligro de muerte. El 29 de diciembre y el 3 de enero, los temblores se intensificaron y cesaron hasta el 24 de enero.
Tardanza del gobierno
La manera cómo el Gobierno enfrentó el desastre provocó gran descontento, ya que no se tomaron medidas eficientes para una superación pronta de la situación, según Guillermo Rodríguez, en su obra Guatemala en 1919. Una vez resuelto que no se trasladaría la ciudad, era natural que se comenzara de inmediato a quitar escombros y reconstruir o reparar los edificios.
“En espera de los reglamentos dejaron de emprenderse muchas obras, no queriendo nadie exponerse a que lo obligaran a deshacer lo construido”, cita el texto.
El geógrafo alemán Franz Termer destacó en 1929, durante su estancia en la capital, que “miserables casuchas de tablas en su ruinoso estado en los barrios aledaños todavía muestran señales de un terremoto ocurrido 12 años antes”.
A partir de estos sismos se consolidan los barrios marginales y aparecen asentamientos precarios como El Gallito, Abril, La Recolección y San Diego, en la periferia este y suroeste del sector central, afirma Gellert. Solo un pequeño sector de la población, con suficientes recursos, pudo reconstruir sus casas. La mayor parte vivió en forma provisional durante años después de la catástrofe.
El censo de 1921 menciona todavía cuatro campamentos con casi seis mil habitantes. En 1918 se creó un reglamento constructivo que determinó en 10 metros el máximo de altura para los edificios en el centro, dice Aníbal Chajón en su obra Por los senderos de la Nueva Guatemala de la Asunción. El desarrollo urbano comenzó a evidenciarse hasta las décadas de 1930 y 1940, con la llegada de Jorge Ubico (1931-1944) al poder.
Algunas obras excelsas nunca más se recuperaron como el Teatro Colón —en el actual parque Colón—, el Museo de La Reforma —en el actual Monumento a los Próceres—, la iglesia de Concepción —7a. avenida— y el Palacio del Ayuntamiento.