Revista D

El palacio de las cinco letras

La más importante obra para Ubico fue la última en ser inaugurada, el 10 de noviembre de 1943.

Decorados de inspiración española junto a murales mayas. (Foto Prensa Libre: ARCHIVO)

Decorados de inspiración española junto a murales mayas. (Foto Prensa Libre: ARCHIVO)

El 10 de noviembre de 1878 nació en la capital de Guatemala un niño en el hogar de Arturo Ubico y Urruela, alto funcionario del gobierno liberal del presidente Justo Rufino Barrios y de su esposa, Matilde Castañeda. A los pocos días de su nacimiento, el niño fue bautizado por el presbítero Ángel María Arroyo, destacado integrante de la Asamblea Legislativa y persona de la confianza del presidente de la República, en la casa de este, quien sería el padrino del recién nacido, a quien se le impuso el nombre de Jorge.

Tras una carrera militar que lo llevó hasta obtener el grado de general de división, la máxima jerarquía en el Ejército de Guatemala, Jorge Ubico llegó a la Presidencia de la República el 14 de febrero de 1931. 

Después de una sucesión de gobiernos fugaces y de desórdenes que se produjeron tras la renuncia y pronta muerte del general Lázaro Chacón, el presidente provisorio, licenciado José María Reina Andrade, le hizo entrega de la Presidencia.

Ubico, ya presidente, proclamó que los principios de su gobierno serían la honradez y la persecución de los delincuentes.  

El ahorro en los gastos de la administración pública y el haber congelado los sueldos de los empleados públicos hicieron que incluso se empezara a producir cierto superávit en las arcas de la Nación, de tal forma que las obras públicas fueron surgiendo.

El más importante de los edificios fue el último de todos en ser inaugurado: el Palacio Nacional, que se comenzó a construir en 1939.

Fue levantado al estilo del Renacimiento español, tan del gusto del mandatario, con la dirección de los ingenieros Rafael Pérez de León, Enrique Riera y Arturo Bickford.

El edificio fue dotado de verdaderas obras de arte, tales como los vitrales del maestro Julio Urruela Vásquez, tan maltratados por un atentado terrorista a principios de la década de 1980 y todavía no restaurados. También las pinturas de Alfredo Gálvez Suárez y la parte decorativa a cargo de Carlos Rigalt Anguiano y Espinosa de los Monteros hicieron del Palacio Nacional un legítimo orgullo, aunque para otros es un conjunto recargado de orlas y decoraciones, fiel reflejo de la mentalidad autocrática de quien lo ordenó.  

Don Jorge, más que recibir presentes en el día de su 65 cumpleaños, en 1943 —el 10 de noviembre, último que pasó en la Presidencia—, se regodeó en su obra, cuyo balcón presidencial tiene cinco ojos de buey, por las letras de “Jorge” y cinco puertas que corresponden a las de “Ubico”.

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