Hincha incondicional de River, ídolo de la afición mi llonaria, Francescoli acudió a la Bombonera a un ho menaje para Maradona cuan do ya estaba retirado. Nadie le silbó. Es más, aficionados de Boca, su eterno rival, lo paran en la calle con ad miración. “Me paran y me dicen: ‘soy de Boca, pero te apoyo igual y estuve en tu partido de despedida’. Me ha pasado más de una vez”, co menta Enzo.
sus inicios
El Príncipe empezó su ca rrera en el Montevideo Wan derers. Pudo haberlo hecho en Peñarol, pero en una prueba se desencantó por que pasó más tiempo viendo jugar al resto que haciéndolo él. Fue seleccionado para volver otro día, pero nunca apareció. En Wanderers co sechó grandes actuaciones y comenzó a labrarse un nom bre en el futbol sudameri cano. En 1980, su primer año con el primer equipo, con siguió el subcampeonato, so lo por detrás de Nacional, algo muy meritorio para un conjunto que, en teoría, es taba un escalón abajo de los dos grandes de Uruguay: Pe ñarol y Nacional.
En 1983, tras seguir co sechando grandes actuacio nes individuales con Wan derers, le llegó la oportu nidad que tanto había so ñado y fue traspasado a Ri ver por US$320 mil. La ne gociación fue complicada —duró más de un mes— y la cifra era altísima para esa época. Francescoli dejaba atrás 74 partidos y 20 goles con Wanderers para enfren tarse a un gran reto: jugar en uno de los clubes más im portantes de Argentina.
A pesar de que marcó su primer gol con River en su segundo partido, ante Ferro, sus inicios fueron compli cados. Le costó adaptarse al equipo y la Prensa lo empezó a cuestionar. Sin embargo, un periodista de renombre como Víctor Hugo Morales escribió una columna titu lada: Si no triunfa, yo de esto no sé nada. El periodista se jugó su prestigio personal para defender a Enzo.
No fue sino un año des pués de su debut, con la lle gada de Pedernera al ban quillo, que Francescoli em pezó a ser el jugador que prometía.
FUTBOL Y BALLET
El 8 de febrero de 1986, en un día intrascendente, llegó uno de los mejores momen tos de su carrera. River ju gaba un amistoso contra la selección de Polonia. En los minutos finales, Enzo sor prendió a todos y se sacó de la chistera una espectacular chilena que acabó en gol. Futbol y ballet se unieron en una jugada de una belleza superlativa. Pero lo mejor aún estaba por llegar, ya que ese mismo año River salió campeón.
Poco más tarde, el pre sidente millonario Hugo Cé sar Santilli y el dueño del Racing Matra, de París, Jean-Luc Legardere, concre taron el pase de Enzo al con junto de la capital francesa por US$4 millones. Antes de recalar en el conjunto galo fue al Mundial de México de 1986, donde fracasó.
Enzo vio el Racing Matra como un trampolín, una breve escala que le ayudara a dar el salto definitivo a un gran club de España o Italia. Sin em bargo, el presidente del club galo no lo veía así y rechazó ofertas de grandes clubes —Barcelona y Juventus, entre otros— por el uruguayo.
Harto de esta situación, a mediados de 1989, con 89 par tidos y 32 goles con el con junto francés, Enzo amenazó con dejar el futbol si no era traspasado. Ante este órdago, el presidente tuvo que ceder y fue transferido al Olympique de Marsella, donde quedó a un paso de la gloria al caer frente al Benfica, en la final de la Copa de Europa —ahora Liga de Campeones—. Pero, más allá del sabor amargo de la derrota, en el club de Mar sella volvió a encontrar lo que buscaba: club grande, con as piraciones y estadios llenos. El escaparate perfecto para dar el salto a Italia tras una campaña con el Olympique, en la que logró 11 goles en 28 partidos.