Considerado este año por la revista Time como una de las cien personas más influyentes del planeta, siendo el único futbolista de la lista amigo de Kobe Bryant, megaestrella de los Lakers, a quien, además, admira; portada de Sports Illustrated recientemente —algo que no sucedía con ningún jugador profesional de soccer desde David Beckham en 1994— y referente futbolístico del cineasta estadounidense Spike Lee, Súper Mario es una auténtica figura mediática, algo que parecía un sueño muy lejano durante su complicada infancia.
Vida difícil
Mario no ha tenido una vida sencilla. Hijo de inmigrantes de Ghana, Thomas y Rose Barwuah, y hermano de Abigaíl, Ángel y Enoc, que estuvo a prueba en el Stoke City en el 2011, sufrió una grave afección intestinal que le obligó a pasar prácticamente sus dos primeros años de vida en un hospital.
Las precarias condiciones en las que se desarrollaba su existencia, con unos padres que vivían hacinados y sin medios para cuidarle, le llevaron a ser acogido a los tres años por la familia Balotelli, formada por Francesco y Silvia, y sus hijos Corrado, Giovani y Cristina, después de que sus padres biológicos decidieran pedir ayuda a los servicios sociales de Brescia, provincia de la región de Lombardía, a la que llegó desde Sicilia cuando solo contaba con unos meses. En aquellas calles del norte de Italia descubrió el balompié y empezó a forjarse la personalidad rebelde de un niño negro que vivía entre blancos con “un problema de identidad”, según una de sus profesoras, que tuvo que luchar desde su nacimiento por abrirse paso.
“Mario tenía mucha necesidad de afecto. En el colegio era el único de color y para ser aceptado se hacía el payaso”, asegura su hermana Cristina.
El mundo del futbol
El joven Balotelli, tifoso del Milán, pasó pronto de mostrar su calidad en el asfalto a destacar a base de goles en los campos de futbol, y ya a los 15 años debutó en la Serie C1 en las filas del modesto Lumezzane, donde comenzó a llamar la atención.
Así, en el 2006 probó fortuna durante unos días con los cadetes del Barcelona, donde deslumbró marcando ocho goles en tres partidos, pero las altas exigencias económicas de su entorno evitaron que recalase en la entidad azulgrana, a pesar del visto bueno de los técnicos, lo que aprovechó el Inter de Milán para hacerse con sus servicios.
Tan solo un año después, en concreto el 16 de agosto del 2007, y tras maravillar en el equipo Sub 19 y el primavera, el talentoso delantero palermitano debutaba con la primera plantilla nerazzurra. Tres días después marcaba dos goles en Copa en su estreno como titular ante el Reggina. La carrera del que sería premio Golden Boy 2010, que hoy a los 23 años ya cuenta con tres Scudettos, una Supercopa de Italia, una Copa y una Champions, títulos ganados con el Inter de Milán, además de una Premier League, una FA Cup y una Community Shield con el Mánchester City, comenzaba a despegar y con ello llegarían los líos extradeportivos.
Este amante de la UFC, artes marciales mixtas a las que le hubiera gustado dedicarse de no ser futbolista, que confesó en alguna ocasión que a veces hace “cosas extrañas”, cuenta igualmente con un amplio palmarés en cuanto a conquistas femeninas se refiere, así como de actos poco habituales para el común de los mortales, y ha llevado al límite la paciencia de técnicos como Roberto Mancini, con el que llegó a las manos en un entrenamiento del City, y José Mourinho, que intentó mantenerle sin éxito a raya en el Inter, a base de mano dura, tal vez el método menos eficaz para tratar al inquieto Balotelli.
Pese a ello, el entrenador portugués recuerda aquella etapa con una sonrisa en los labios: “En el Inter viví cosas con Balotelli como para escribir un libro de 200 páginas, pero no sería un drama, sino una comedia”. Desde luego, ni el actual preparador del Chelsea ni seguramente nadie con cierto sentido del humor se puede aburrir fácilmente con el jugador siciliano de origen ghanés, a pesar de que a veces se toma demasiado en serio la cita que contiene uno de sus tatuajes, cuyo autor es el conquistador mongol Gengis Khan: “Soy el castigo de Dios. Si no hubieras cometido grandes pecados, Dios no te habría enviado un castigo como yo”.
Este singular futbolista, que tiene por mascota a un cerdo vietnamita llamado Súper, ha protagonizado escenas de todo tipo. Desde ser detenido por simular que disparaba desde un coche con una pistola de juguete en la Piazza della Repubblica de Milán, hasta ponerse en la televisión la camiseta del equipo de Silvio Berlusconi cuando aún militaba en el Inter, además de tirar la maglia nerazzurra e insultar a su afición tras un partido de Champions contra el Barsa, lo que casi le supone sufrir una agresión de su compañero y capitán Marco Materazzi y aceleró su salida hacia el Mánchester City, hasta ser fotografiado con dos conocidos mafiosos de la Camorra napolitana.
Las excentricidades
Todo eso sin contar con unas cuantas aventuras más en tierras inglesas, donde Mario recaló en la temporada 2010-2011 a cambio de la nada despreciable cifra de ¤28 millones. Entre ellas, por ejemplo, incendiar su casa cuando intentaba lanzar fuegos artificiales por una ventana, tirar dardos a juveniles de la cantera citizen porque estaba “aburrido”, ver cómo la grúa le retiraba su flamante Maserati cerca de 30 veces por aparcarlo en lugares inadecuados —sumando unos ¤11 mil en multas— o tener altercados con compañeros como Boateng, Kompany, Kolarov y Richards, además del antes citado con el técnico Mancini.
Entre las excentricidades de Balotelli se encuentran incluso buenos gestos, como acompañar al colegio a un joven seguidor del City que no acudía a clase por sufrir el acoso de sus compañeros, regalarle mil libras a un vagabundo o pagarles las multas a los alumnos de una universidad que no habían devuelto a tiempo los libros en la biblioteca.
¿Por qué siempre yo?
Genio y figura, el autor del famoso Why always me? —¿Por qué siempre yo?—, la célebre frase que Súper Mario lució en una camiseta tras marcar en la espectacular goleada del Mánchester City ante el United (1-6), en octubre del 2011, convertida después por la afición citizen en todo un éxito de ventas, también ha tenido sus momentos curiosos con Italia, selección con la que debutó en el 2010 tras conseguir por fin la nacionalidad un par de años antes. Al menos así, curioso, podría llamar cuanto menos Cesare Prandelli, entrenador de la Azzurra, al instante en el que Balotelli, siendo suplente en un partido contra Islas Feroe, decidió dedicarse a jugar con un iPad en el banquillo. “Tampoco es tan grave, estaba pasando el tiempo”, aseguró después este infalible lanzador de penaltis, uno de los mejores jugadores del mundo en esta faceta, como demuestra el hecho de que solo en una ocasión haya errado una pena máxima en su carrera.
Prandelli, en cualquier caso, también fue testigo directo del día en el que Mario alcanzó su momento de mayor gloria con la Selección, el día en el que exhibió ante millones de espectadores de todo el planeta la poderosa furia que a veces parece contener en su interior, representada en forma de músculos, sin camiseta y quieto como una estatua, tras marcar su segundo gol ante Alemania (2-1), en las semifinales de la Eurocopa 2012.
De aquel partido también quedó para el recuerdo otra imagen suya, emotiva y llena de significado, que reflejaba toda una vida, la de Mario Barwuah, abrazando y besando a Silvia Balotelli, su madre italiana, con quien quiso compartir, con alguna lágrima de por medio, algo muy poco habitual en él, su mayor triunfo personal.
El goleador de Palermo, que supuestamente ya no bebe y se ha aproximado al budismo, miembro habitual ya de la sociedad ibicenca durante sus vacaciones de verano y protagonista de una canción del rapero británico Tinchy Strider —Why always me, The Mario Balotelli song—, ha tenido sin duda una ajetreada vida que bien podría dar para un guión de película. Víctima del racismo, tanto dentro como fuera de los estadios, a pesar de sus advertencias: “Si alguien me tira un plátano, iré a la cárcel porque le mataré”, vio cómo sus padres biológicos intentaban acercarse a él una vez alcanzó la fama. Disfruta de cierta estabilidad —para lo que es habitual en él— desde que ingresó en las filas del Milán, el equipo de su corazón, algo a lo que también parece haber ayudado su relación sentimental con la explosiva modelo Fanny Neguesha. “Fuera del campo es un gran chico, pero a veces no se da cuenta de lo importante que es su trabajo para su vida. Podría estar a la altura de Cristiano Ronaldo y Messi si se concentrara solo en el futbol y no en otras cosas”, llegó a afirmar Mancini. Puede que haya llegado ese momento o puede que no.