En septiembre de 1897, cuando tenía 20 años, se unió a la “Revolución del 97”, movimiento armado contra el régimen de José María Reyna Barrios, quien fue reelecto. Castillo se refugió por casi un año en la finca La Providencia, de San Martín Sacatepéquez, donde el contacto con los pobladores mayas le facilitó estudiar y compilar la música indígena.
En 1917 comenzó la primera ópera nacional guatemalteca, en la cual fusionó elementos prehispánicos, españoles e incluso moriscos. La tituló Quiché Vinak, cuya primera versión se estrenó en 1924 en el teatro Abril.
La Unión Panamericana solicitó a Castillo partes de la obra para ser interpretadas por varias orquestas en EE. UU., lo cual le dio proyección internacional.
Su talento fue reconocido en vida y recibió múltiples homenajes. Así también, sus obras creadas para orquesta fueron llevadas a marimba y viceversa. Por si fuera poco, Castillo fue gran amante de las ciencias. Quienes lo conocieron decían que era modesto, tímido y solitario. Cuentan que poco antes de morir, internado en un hospital, unas monjas le decían si quería confesarse. Con sentido del humor, les respondió: “Mejor, hermanitas, siempre he tenido vivos deseos de conocer Xibalbá”. Murió el 23 de abril de 1946.
OBRAS INMORTALES
Castillo tuvo un repertorio magistral.
Fiesta de pájaros es una de las más famosas piezas. Capricho español compuesto originalmente para piano.
Oberturas: El Quetzal y Tecún Umán.
Poemas sinfónicos Guatemala, Vartizanic, Las telas mágicas.
Obras escénicas: Quiché Vinak, Nicté (inconclusa) y la versión para ballet del drama prehispánico Rabinal Achí.