La ubicación hacía de este complejo un sitio ideal para el control del comercio con Tikal, Petén; y Copán, Honduras, de productos como jade, cacao, pieles y obsidiana, que eran traídos de San Martín Jilotepeque y El Chayal, Guatemala, en el período Clásico, entre el 200 y el 900 d. C., agrega Crasbor.
“En este período, el lugar se convierte en una importante ruta comercial, y en el 400 d. C. sus gobernantes ordenan la construcción de su acrópolis, estelas y zoomorfos. Alrededor del 690 de la misma era registró una inundación que cambió completamente el paisaje, dejando en uso únicamente los edificios más altos”, dijo.
Independencia
Crasbor indicó que en el año 738 d. C. Quiriguá destaca por su rápida expansión comercial, al haber logrado su independencia tras la derrota del rey de Copán, Uaxaclajuun Ub’aah K’awiil, sacrificado en la gran plaza. En el 850 se registra el abandono del lugar.
Crasbor es arqueólogo graduado en la Universidad de San Carlos. Administra Quiriguá desde el 2008. Ha trabajado en investigación en las ruinas de Takalik Abaj, Retalhuleu; El Baúl, Escuintla; Kaminal Juyú, Guatemala, y El Naranjo, Petén. Ha participado en análisis de material arqueológico, ha dictado conferencias y es catedrático universitario.
El guía de turismo Víctor Samayoa comentó que este lugar es único por su importancia comercial, y que es admirado por visitantes extranjeros, quienes se interesan en conocer su historia.
Carlos Gallardo comentó que visita el sitio todos los años porque admira el ingenio de los mayas plasmado en las esculturas, y que tiene por objetivo que su hijo mayor estudie Arqueología.
“Pienso en cómo lograban esculpir grandes cosas sin los recursos de la tecnología moderna”, dijo María Solórzano, quién llegó de Chiquimula.