EDITORIAL

Títulos inanes

¿De qué sirve tanta burocracia en el Ministerio de “Cultura” si no existe un monitoreo constante sobre las realidades, riesgos y factores que afectan los declarados tesoros nacionales?

¿De qué sirve una declaratoria de patrimonio cultural de Guatemala si un bien cultural pasa años sin recibir protección ni apoyo hasta que ya está en franco peligro? ¿De qué sirve un título de tradición oral e inmaterial de la humanidad si un tesoro histórico y estético no se puede representar una vez al año por falta de recursos? ¿De qué sirve tanta burocracia en el Ministerio de “Cultura” si no existe un monitoreo constante sobre las realidades, riesgos y factores que afectan los declarados tesoros nacionales? ¿De qué sirve promocionar internacionalmente al Rabinal Achí, danza-drama prehispánica, única en el mundo, si no se puede presentar por cuestiones económicas o por estar a merced de pugnas grupales?

Cada 25 de enero, fiesta titular de San Pablo Rabinal, se representa dicha obra, cuyo nombre original en idioma achí es Danza del tun, epopeya de valentía y honor que surgió hace más de ocho siglos y que sobrevivió a una larga prohibición de ser representada durante la época colonial o a incluso al impacto del conflicto armado interno en Baja Verapaz.

La Danza del tun escenifica, con diálogos y baile, la rebelión de los rabinaleb —hoy pueblo achí— al separarse de la confederación Quiché, debido a que este señorío intentó conquistar el valle de Rabinal. El guerrero Kiché Achí es capturado por el guerrero defensor Rabinal Achí; el primero es juzgado y sentenciado, acepta su destino, pero pide permiso para ir a despedirse de su pueblo y regresar, lo cual cumple. Antes de ser sacrificado, pide bailar con la princesa Kajyub, “la madre de las plumas verdes”, al ritmo del tun.

El argumento de esta historia se basa en hechos reales y es por ello una ventana fascinante y única a una época prehispánica de alianzas, rivalidades y cosmovisión que sigue viva en el presente. Algunos de los códigos y usos pueden parecer muy distantes de valoraciones y enfoques occidentales, pero ello no le resta valor; por el contrario, refuerza su valor documental y su carácter de única pieza dramática sobreviviente. Fue representada desde antes de la llegada de los españoles. En 1626 fue expresamente prohibida, por considerarla “pagana”. Sin embargo, pese a ello era representada a escondidas en la fiesta patronal.

En 1856 se levantó tal censura, tras haber sido transcritos los diálogos de la obra gracias a la memoria de Bartolo Sis, guardián del texto original, quien los dictó al religioso Brasseur de Borbough, que los editó primero en francés y luego pasaron a otros idiomas. Sin embargo, los criterios prejuiciosos no han desaparecido. El Rabinal Achí ha sufrido intolerancias de algunos funcionarios ediles locales, adeptos a grupos fundamentalistas.

Ayer, 25 de enero, el tun no sonó en Rabinal. La obra no se presentó por falta de dinero para renovar los vestuarios y así representarla dignamente. También hay intereses politiqueros que en la pasada campaña intentaron aprovecharse de ella. Parece que ahora el barón de Rabinal es rehén de pugnas y precariedades, pero también de autoridades anodinas y de indiferencias negligentes. ¿Quién podrá ayudar a rescatar al Rabinal Achí sin que medie más interés que el de prolongar su tradición? Mientras esto no tenga respuesta, cualquier título local o global de patrimonio es inane. Y no es el único tesoro prehispánico que se encuentra ante tal contradicción.

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