Catalejo

El golfo de México será “golfo de América”: Trump

Apenas tres palabras demostraron desconocimiento histórico por ser producto de una ocurrencia fuera de lugar.

Si alguien hubiera acusado a Trump de sugerir cambiar el nombre del golfo de México y rebautizarlo como golfo de América, sus seguidores internos y en los países latinoamericanos sin duda lo hubieran criticado acremente por mentir y demostrar un rechazo irracional al presidente electo republicano, en espera de ser juramentado. Pero ayer circuló un video en el cual con claridad meridiana dijo precisamente eso. Y en su mansión de Mar a Lago, en Florida, de nuevo no descartó la posibilidad de recuperar militarmente el canal de Panamá y de forzar a Dinamarca a venderle Groenlandia a Estados Unidos, lo cual fue ampliamente informado por la prensa estadounidense. Se agrega lo declarado antes de su idea de convertir a Canadá en el estado número 51.

Apenas tres palabras demostraron desconocimiento histórico por ser producto de una ocurrencia fuera de lugar.

Por siglos, el nombre de ese golfo ha permanecido, desde cuando el territorio entre este último país y México era en realidad un amplio espacio poco habitado. Hay mapas con ese nombre de 1717, en el Archivo de Indias de Sevilla. Esta declaración filmada tiene un agravante: no considerar a América el continente más largo del mundo, de polo a polo, sino un país cuyo territorio es sólo un 35% del total, de nombre Estados Unidos de América. Por esto su gentilicio más cercano es “estadounidense” basado en el idioma español, porque el término “norteamericano” tampoco lo define con exactitud, pues Norteamérica incluye a Canadá y México. Lo expresado por Trump deriva de la improvisación y de no tomar en cuenta la importancia de ser alguien con un puesto político de tanta importancia mundial.

En las últimas semanas han arreciado las críticas y muestras de preocupación ante las sorpresas de este político alguna vez simpatizante del partido demócrata, y también de las personas por él escogidas para puestos clave, muchas de ellas en espera de una autorización por el Congreso. No se trata sólo de columnistas o de comentaristas, sino de gente cuyo historial es muy sólido en su campo. Ayer mismo el general hace tiempo retirado Russell Honoré se refirió a otro tema digno de un próximo artículo: la necesaria pregunta si para Estados Unidos es un riesgo Elon Musk, el hombre más rico del mundo, aportador de 250 millones de dólares a la campaña y ahora calificado de una “nueva estrella” por el presidente electo. El tema merece un artículo específico.

La razón para tomar tanto en cuenta y muy en serio las expresiones de Trump es precisamente la cercanía al inicio de sus 1,460 días de gobierno. No es el caso de Biden. Ya no son personales y sin importancia real sus últimas decisiones —como perdonar a su hijo convicto y entregar la medalla presidencial de la libertad a George Soros, Hillary Clinton y a 16 personas más, algunas ya fallecidas, como Robert Kennedy, obedece a criterios personales, a veces cuestionables. Se encuentra a un paso de penetrar a la Historia. Pero Trump, al contrario, está a poca distancia de iniciar su segundo mandato, con una población mundial sorprendida, preocupada, pero también convencida y esperanzada, así como expectante en cualquiera de esos dos grupos.

Una de las dificultades de quienes llegan a un alto puesto político, de importancia nacional o internacional, es la de convencerse de leer cuando hablan, porque así se puede analizar mejor lo expresado. La improvisación es la madre de muchos problemas, entre los cuales sobresale el efecto de no escuchar con el convencimiento de la seriedad de lo expresado y por tanto la posibilidad de ser una broma de mal gusto, exageración o equivocada forma de asustar. En el caso del “golfo de América” nadie puede tomar en serio esa frase. Eso es malo con cualquier presidente, pero cuando se trata de quien será el ejecutivo estadounidense, calificarlo de peor es poco. Trump debe hacer lo posible por aumentar sus seguidores, aunque sean millones.

ESCRITO POR:
Mario Antonio Sandoval
Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.