Catalejo
El mundo actual afecta al espíritu navideño
La Navidad de este 2024 llega a una Guatemala y un mundo inmerso en la incertidumbre por las acciones humanas.
En medio del frío decembrino cada vez más marcado, la Navidad del año 2024 se ve afectada por lo ocurrido y por ocurrir en Guatemala y el mundo entero. Los niños mantienen en sus inocentes corazones el deseo de celebrarla, unos de ellos pensando en juguetes y alegría y otros rogando por una cobija para calentarse en la noche, comida suficiente y sabrosa. La guerra presente en demasiados lugares con una ferocidad increíble, aun dentro de los patrones bélicos, provoca el peor de los sentimientos posibles en esta época: la desesperanza ante sucesos imposibles de explicar dentro de sus corazones. No pueden entender la maldad de quienes destruyen sus hogares, matan a sus padres, abuelos y otros familiares, mientras la tragedia se estira en el tiempo.
El espíritu navideño de paz, amor, comprensión y hermandad, parece una meta imposible. La acción humana en contra de la Madre Naturaleza tiene efectos evidentes e innegables para quienes los sufren en carne propia, pero constituyen una falsedad según aquellos empantanados en la codicia. En el campo de la política, las decisiones y acciones cada vez rompen más la dignidad humana, y en el campo de la economía la división entre los seres humanos es cada vez peor. Irónicamente, un espíritu religioso ajeno a la tradición, colocado a la vera de las convicciones cristianas milenarias, muchas veces es la causa del alejamiento de lo espiritual en su manifestación religiosa normal debido a interpretaciones mundanas cuya meta oculta es beneficiar a los impostores de la fe.
Aun así, la profunda fuerza del real espíritu de los seres humanos calificados desde hace siglos como poseedores de buena voluntad, les permite enfrentarse a los engañadores. La interpretación de los textos ha llegado al absurdo, y se convierte en aliada de quienes quieren eliminar la religión, creencia de una “garantía ofrecida al hombre para su propia salvación” . Esta Navidad, para los creyentes, puede marcar el inicio de un renacimiento de la fe, la cual, según San Pablo, necesita convicción y no es opinión, duda, ni sospecha” () Por ello, creo, es tan arraigada la Navidad en el cristiano, y también le hace renacer la esperanza por vivir mejor y estar listo para a la eternidad. (Diccionario de Filosofía. Abbagnano, págs. 1006 y 524, Fondo de Cultura Económica, 1960)
Deseo a mis lectores una tranquila Navidad, rodeados de la familia y los amigos, acordándose de quienes están fuera por necesidad o por voluntad, y con la bendición divina.
La Navidad tiene una característica, independiente de cómo sea la situación de la vida infantil: ser fuente de recuerdos, de añoranzas. Se regresa a dicha etapa de la vida por medio de las sonrisas de los niños, pero también de aquella dibujada en los arrugados labios de quienes han vivido alegrías, tristezas, esperanzas, desesperaciones y ya han aceptado el fin de su existencia, situado a corta o muy corta distancia. El espíritu navideño, a veces abatido por las realidades vividas, renace por algunos días o se queda. Cada uno lo decide. Las sonrisas de quienes se encuentran en el cercano inicio o el cercano final, van acompañadas de una tranquila mirada cuyos efectos solo pueden ser agradables para quien los recibe y ello provoca la iluminación del espíritu.
El mundo actual, como un todo, afecta al espíritu navideño. Cada vez es peor, a pesar de avances científicos o tecnológicos no humanistas, alejados del beneficio individual de todos y cada uno. A veces también nos afecta la partida definitiva de familiares, parientes, amigos, porque cuando eso ocurre cada uno también se va un poco. No hay Navidad sin dolores de este tipo pero al mismo tiempo no las hay sin el renacimiento de la esperanza. Son las paradojas de la existencia y esta idea se puede aplicar también a la comunidad a la cual pertenecemos y al país donde nacimos. Dichas estas ideas, deseo a mis lectores una tranquila Navidad, rodeados de la familia y los amigos, acordándose de quienes están fuera por necesidad o por voluntad, y con la bendición divina.