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El nacimiento del Mesías

Los relatos del nacimiento de Jesús manifiestan su identidad y misión.

Lo que sabemos de la vida de Jesús nos llega por los cuatro evangelios.  Los otros libros del Nuevo Testamento nos dan poca información biográfica sobre él.  Se refieren más bien a las consecuencias que su enseñanza, muerte y resurrección tienen para los que creemos en él.  Los relatos evangélicos, que no son una biografía de Jesús, pero es lo más próximo al género que tenemos, comienzan con la narración de la actividad de Juan, quien bautiza y presenta a Jesús ya adulto.  Juan, llamado el Bautista, fue un predicador que antecedió ligeramente en el tiempo a Jesús y a quien Jesús mismo consideró precursor y facilitador de su ministerio.

Los relatos del nacimiento de Jesús manifiestan su identidad y misión.

Solo los dos capítulos iniciales de los evangelios de Mateo y de Lucas relatan acontecimientos y describen circunstancias en torno a la concepción y nacimiento de Jesús, con alusiones a algún episodio aislado de su infancia.  Pero estos textos están poblados de ángeles, de sueños prodigiosos y de estrellas singulares que guían el viaje de personajes exóticos como los magos.  No faltan actores crueles como Herodes o ingenuos y sencillos como los pastores.  Se narran acontecimientos del todo singulares como la concepción virginal de Jesús por la acción del Espíritu Santo y su nacimiento en circunstancias de total desahucio en las afueras de Belén.  Ambos acontecimientos son asombrosos, pero de signo contrario: uno describe una acción directa de Dios y el otro parece señalar su total ausencia y abandono.  Se cuentan episodios sangrientos como la matanza de niños inocentes que desgraciadamente nacieron en Belén al tiempo que lo hizo Jesús.  Se cuentan salvaciones prodigiosas como la huida a Egipto de Jesús con sus padres o se relatan episodios como la presentación del niño en el Templo o su permanencia en ese lugar sagrado sin que sus padres se den cuenta, narraciones llenas de gozo porque se cumplen promesas divinas antiguas y de premoniciones angustiosas, pues se anuncia un futuro funesto para el niño.  Esos relatos están hechos de los mismos elementos literarios de los que se fabrican los cuentos, y la historia de la Navidad parece un cuento para niños.  Lamentablemente así la entienden muchos, de modo que las celebraciones de la Navidad están llenas de actividades infantiles, como posadas y pastorelas, que son como una visita a un Disney Park sin tener que viajar fuera del país.

Sin embargo, la intención de los autores de esos dos capítulos iniciales de los evangelios según san Mateo y san Lucas estaba lejos de la pretensión de escribir cuentos para niños.  Su intención era escribir teología narrativa de la mayor profundidad y espiritualidad.  Según los estudios actuales, los evangelios según san Mateo y san Lucas se escribieron unos cuarenta o cincuenta años después de la muerte y resurrección de Jesucristo, cuando la reflexión teológica sobre él ya había madurado.  Los dos capítulos iniciales son fruto del esfuerzo narrativo de presentar a los lectores la identidad y la misión de Jesús.  Él es el Hijo de Dios hecho hombre, por eso nace de una virgen madre, de modo que la virginidad de la madre apunta al origen divino de Jesús y la maternidad de la virgen a su condición humana.  Nace en el abandono del pesebre porque morirá en el abandono de la cruz.  Lo adoran pastores que desde su indigencia se abren a la salvación de Dios y lo buscan magos extranjeros pues el evangelio será recibido por los pueblos del mundo que buscan salvación del pecado y de la muerte.  Los relatos de la infancia de Jesús son escritos serios, que requieren estudio y una interpretación que desentrañe sus alcances teológicos, para que los adultos, para quienes se escribieron, crezcamos en la fe y amor a Jesucristo.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.