EDITORIAL

Perversa acción contra la niñez guatemalteca

El actual presidente del Congreso, por su escasa experiencia para dirigir uno de los más importantes órganos de poder del Estado, encaja en lo que podría calificarse como un joven político y, en consecuencia, como alguien de quien cabría esperar cautela, mayor meditación y menos entrañas al momento de tomar decisiones trascendentales. Cada día resulta más obvio que su llegada a ese alto puesto no tiene relación alguna con méritos propios.

Álvaro Arzú Escobar ha demostrado en más de una ocasión no tener la suficiente capacidad para ocupar esa relevante posición y preocupa que sean cada vez mayores las imprudencias en las que incurre y los argumentos emotivos para justificar acciones inconcebibles y sobre todo injustificables.

El miércoles clausuró la sesión en la que debía discutirse la aprobación de un préstamo por cien millones de dólares para combatir la desnutrición, al declarar que no existía el quórum suficiente para continuar con la discusión de dicho proyecto. De manera cínica e irresponsable intentó responsabilizar a una supuesta oposición dentro del Congreso por dicho fracaso, pero no hizo la más mínima mención de que en la agenda por tratar debía pasar primero la discusión de la polémica ley de reconciliación nacional para dar amnistía a militares y guerrilleros, muchos de los cuales purgan penas por crímenes de lesa humanidad.

Jugar de manera tan perversa con la aprobación de una normativa de trascendencia humanitaria no debe ser tolerado, mucho menos utilizar semejante necesidad para intentar impulsar una ley que a todas luces es improcedente, porque ha generado un rechazo generalizado en la comunidad internacional, que desde Estados Unidos hasta la Unión Europea ha expresado su inconformidad.

Es irresponsable por parte de Arzú Escobar pretender manipular a los mismos diputados, a sabiendas de que el combate de la desnutrición debe ser una de las prioridades de cualquier gobierno y, en consecuencia, si esa iniciativa se hubiera programado para su exclusiva aprobación, habría pasado por ser una ley impostergable y por eso se intentó manipular, anteponiendo el proyecto de amnistía, que por los mismos niveles de polémica que ha despertado debería entrar en una pausa de reflexión y buscar mayor discusión.

Tampoco es cierto, como afirma el vicepresidente Jafet Cabrera, que solamente los guatemaltecos debemos resolver nuestros problemas, pues en esta, como muchas discusiones, el Gobierno pretende atribuirse el sentir de un conglomerado que no ha sido escuchado, como en muchas otras iniciativas que avanzan por el lado de fortalecer la impunidad.

Si bien la responsabilidad sobre el fracaso de no aprobar ese préstamo para la niñez desnutrida recae sobre el presidente del Congreso, en el fondo son los asesores de este quienes, tal y como ocurre con el Ejecutivo, están empujando a gente inexperta a tomar decisiones polémicas y, encima, pretenden responsabilizar a otros del fracaso de estrategias perversas.

Existe todavía la posibilidad remota de que los plazos para no perder el préstamo para el programa Crecer Sano puedan renegociarse con el banco acreedor, pero eso no será posible si Arzú Escobar y sus aliados en el Legislativo no logran poner atención a la necesidad de miles de niños desnutridos que no tienen por qué pagar las consecuencias de una politiquería malévola.

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