Editorial
Dictadura siria cae por secuencia de efectos
El rechazo a la influencia rusa e iraní fue uno de los elementos que cohesionaron a los insurgentes.
El aleteo de una mariposa podría crear una tormenta en el otro lado del mundo es el enunciado hipotético del llamado “efecto mariposa”, un concepto de la teoría del caos según la cual sucesos pequeños, distantes y aparentemente inconexos pueden llegar a confluir en consecuencias enormes. De alguna forma, podría ejemplificarse en la súbita caída del régimen del presidente sirio Bashar al Asad, en el poder desde 2000 —y quien sucedió a su padre, que gobernó de 1971 al 2000—, pero fue derrocado en solo 14 días de acciones de un movimiento conjunto de grupos rebeldes, de distintas ideologías, que avanzaron sobre objetivos en varias regiones del país y que ayer tomaron la capital, Damasco, obligando al ahora exgobernante a buscar asilo en Rusia.
Este aleteo de sucesos tendrá efectos impredecibles para el país, para el Oriente Medio e incluso para el balance geopolítico. Por ejemplo, Israel, colindante con Siria, ocupó preventivamente los Altos del Golán tras la caída de Al Asad. Esta región estratégica estaba desmilitarizada desde 1974 y bajo poder sirio en otra área. Al caer el régimen, el primer ministro Benjamín Netanyahu ordenó el envío de tropa a la frontera, ya que algunos de los grupos rebeles son prodemocracia, pero otros son yihadistas herederos de Al Qaeda.
El rechazo a la influencia rusa e iraní fue uno de los elementos que cohesionaron a los insurgentes. En 2011 surgió el movimiento de la “primavera árabe”, con exigencias ciudadanas de más democracia, elección de autoridades y respeto a derechos humanos. Al Asad respondió con violenta represión armada. Esto detonó un conflicto interno que se extendió por 13 años, con un saldo de más de 500 mil muertos, destrucción del aparato productivo y el éxodo de más de 13 millones de pobladores sirios.
Al Asad contó con el apoyo de Irán y también del presidente ruso, Vladímir Putin. Bombardeos de la fuerza aérea rusa contra grupos rebeldes en 2015 le ayudaron a mantenerse en el poder. Tal respaldo fue a cambio de permitir a Rusia la instalación de dos bases militares que le daban un enclave estratégico. La invasión rusa a Ucrania, que ya se aproxima a su tercer año, con un inmenso e imprevisto costo, obligó a Putin a reducir el apoyo a Al Asad, a quien solo pudo ofrecer asilo tras su caída.
La guerra de Israel contra el grupo libanés Hezbolá y la eliminación de varios dirigentes debilitaron el apoyo logístico y armamentístico que estos grupos daban al régimen sirio. La crisis económica del país y el malestar de millones de habitantes que viven entre cotidianas precariedades hicieron el resto: esos dramas, tragedias y acciones son parte del aletear de la mariposa que ahora llevó a Rusia a perder un aliado regional y una valiosa posición. Algunos grupos rebeldes sirios tuvieron apoyo de EE. UU. y países europeos, por lo cual la caída del régimen dictatorial de 50 años podría parecer una relativa victoria. Una de esas facciones controla un área petrolífera en el norte sirio.
Sin embargo, sigue siendo incógnita total cuál será la postura que asumirán los grupos en el poder. Les toca crear una estructura política, estatal y constitucional. Existe el riesgo de que llegue otra dictadura islamista, aunque se supone que la esperanza es la de superar medio siglo de despotismo a través de un nuevo Estado de derecho. También puede ocurrir que los desacuerdos entre facciones devengan en una guerra o incluso en una división del territorio, algo que nadie desea. Sin embargo, Abu Mohammed al Jawlani, líder del mayoritario grupo HTS, tuvo lazos con Al Qaeda y EE. UU. lo tiene en lista de terroristas.