Vida

Historia que conmueve

Empiezo esta columna con el párrafo final de una carta que recibí para su publicación: "Por favor Rina, présteme este espacio en su columna, para que el Espíritu Santo haga lo que tenga que hacer. Yo sé que Dios es el que me ha guiado hacia usted, que ya en una ocasión me ayudó a mí y a mi esposo enfermo".

Mi deseo es que los lectores conozcan este caso, para que cuando lo lean, se inclinen por lo que les hable su conciencia y les diga qué actitud deben tomar. Es la historia de una madre noble, generosa y humana, que por cosas de la vida ha caído en situaciones críticas, de esas que uno cree que no se puede salir. Sin embargo, esta mujer enfrenta su infortunio con entereza, con una fe firme, sacando fuerzas de la flaqueza para sobrevivir las necesidades de sus dos hijos imposibilitados para valerse por sí mismos, en medio de la pobreza y la enfermedad.

Una amiga describe así su caso: “Hace 22 años adoptó a un bebé minusválido, al cual ha cuidado con tanto amor que ni la propia madre le pudo dar. Tenía sus propios hijos y estaba sola. Ahora, ella está cansada y enferma. Es diabética, asmática e hipertensa. Un hijo fue baleado en un asalto y al salir del coma, su esposa lo abandonó y ahora está al cuidado de él. El joven que ella adoptó también es asmático y necesita pañales de adulto y usa unas mallitas, porque le han salido úlceras en sus glúteos, por estar sentado en la silla de ruedas. En el hospital lo han desahuciado, pero él se aferra a la vida”.

“¡Están tan necesitados de tantas cosas! Medicinas, alimentos, ropa… Y es muy duro ver su situación. Ella es cristiana y solo la fe en Dios la sostiene. Una hermana de la iglesia y yo hemos salido a pedir, de casa en casa, víveres o alguna ayuda para esta viuda y sus dos hijos, y hemos conseguido algo, pero no es suficiente porque su situación es apremiante. Esta señora se llama Rubidia Marroquín y vive en la sección QQ, lote 74, colonia El Milagro.”

“Yo hoy quiero, en nombre de Dios, tocar la puerta del corazón de los lectores de su columna, para ayudar a esta madre, que al no tener lo que ella y sus enfermos necesitan, se agrava más su estado físico. Cualquier persona que quiera ayudarla puede visitarla en su casa, o comunicarse con Silvana Navas, vecina, mi teléfono es 5691-8126. Dios les recompense todo lo que puedan hacer. Yo sé que como este caso en nuestro país hay muchos, pero he visto este tan de cerca, que mi corazón se conmueve de una manera que no puedo explicar”.

Y así, creo que he cumplido —con una íntima satisfacción— con la petición que me hace la autora de esta triste historia, que tiene que mover corazones y sentimientos y que motivará a muchos lectores a acercarse a esta madre, que vive entre la angustia de la enfermedad y la pobreza. Suficiente es entonces su relato y sus palabras, para reiterar este llamado humano a los lectores y a quienes deseen ayudar de la manera que Dios se los permita a esta madre.