Recientemente, geólogos demostraron que lejos de ser plana como Australia —vecina de la Antártida en un lejano pasado—, esta parte del mundo estaba cruzada por profundos valles y erizadas de montañas.
La mayor de las cordilleras subglaciares, la cadena de Gamburtsev, es comparable en tamaño y superficie a la de Los Alpes, con picachos de dos mil 700 metros de alto, a lo largo de mil 200 km. Una altitud elevada y un relieve escarpado característicos de las montañas “jóvenes”, y, a priori, incompatible con la historia muy antigua de la formación de la Antártida.
En un estudio publicado por la revista británica Nature, científicos de la British Antarctic Survey (BAS) dan la clave sobre un asunto que intrigaba a los expertos desde que una misión científica rusa descubrió la cordillera de Gamburtsev en 1958.
“El sistema del valle en el este de la Antártida se parece a una de las maravillas geológicas del mundo, el gran Rift de África oriental”, destaca Fausto Ferraccioli, que dirigió el estudio.
“Es la pieza que faltaba en el rompecabezas y que explica la cadena subglacial de Gamburtsev”, asegura.
Esa “pieza que faltaba” está escondida bajo tres kilómetros de hielo, y data de hace unos mil millones de años.
En esa época, varios continentes o microcontinentes entraron en colisión, aplastaron y comprimieron las rocas más antiguas que componen la cadena de Gamburtsev. De ello resulta una corteza terrestre muy espesa, de más de 70 km, que se extiende a una profundidad mayor que esta cordillera. Con el tiempo, estas montañas originales fueron erosionadas por los elementos, pero no su base, muy densa y fría, explica el BAS.
Esto ocurrió hace unos 250 millones de años. Unos 150 millones de años más tarde, nuevos fenómenos despedazan la corteza terrestre y conducen a la formación de una red de valles sobreelevados y encajados, como ocurre en el gran valle del Rift, en África Oriental.