Registro akásico
Los pesos y contrapesos
La incapacidad se encubre con cabezas de turco.
James Madison *1751 +1836 escribía artículos para periódicos de Nueva York con temas constitucionales. Buscaba ilustrar sobre la vida republicana. Estos han sido publicados con el título: El federalista. El supuesto de toda república moderna es respetar la división de criterios, proyectos e intereses. Se debe evitar una voluntad concentrada, unitaria y, por lo tanto, despótica. Para el efecto, solo con respeto al origen y posiciones diferentes se asegura la libertad de los ciudadanos.
En el debate sobre los asuntos públicos rara vez hay unanimidad, salvo en regímenes autoritarios.
Madison recomendaba elegir a las direcciones de los poderes por medio de diferentes conductos. El Ejecutivo, Legislativo y Judicial tienen funciones diversas con sus responsabilidades específicas. La unidad del país demanda tanto la interdependencia como la supervisión, con el objeto de limitar las acciones de cada rama. Por lo tanto, solo los corporativistas impulsan la cancelación de funcionarios con los que se discrepa.
Situaciones concretas ilustran la busca de eliminar la autonomía funcional: 1. No se comparten decisiones de la Corte de Constitucionalidad; en lugar de esperar el término constitucional, se llama a suprimirla. Unos jueces tienen decisiones debatibles; no se les acusa de prevaricato si no reciben execración publicitaria, sin acudir a procedimientos legales. 2. Las leyes son resultado de complejos sistemas de negociación. No faltan diputados perdidosos y dueños de negocios afectados, denunciando sobornos sin jamás haberse concretado una sola acusación: origen de fondos, cantidad y señalamiento de diputados sobornados con nombre y apellido. Levantar infundios es fácil; afirmar con pruebas, difícil.
Los voceros de la calumnia siempre son los mismos. Expensados por fundaciones y Estados extranjeros. Amplificados, siembran la confusión en la dinámica política. Son la infección del sentido común, tienen su listado de ciudadanos a cancelar. Lo repiten una y otra vez. No importa el evento, pues no se relaciona el fondo de la discusión. La falacia ad hominem prevalece tantas veces hasta ser verdad irrefutable; jamás la explicación comprobable demostrativa de la corrupción. Basta acusar, a la manera de las listas negras, para dañar a los enemigos.
Un asunto ligado consiste en la supervisión entre los organismos, con el fin de limitar excesos o abusos en el poder público. Por ello fue establecida la facultad de interpelación en el Legislativo, el antejuicio en el Judicial o el veto presidencial; además, existe la persecución penal con carácter general. En nuestro país, se ha fortalecido esta última función asegurando la falta de interferencia en las averiguaciones. Estas no deciden nada, pues un juez resolverá, en definitiva.
Calentar la animadversión entre los funcionarios es una actividad deleznable. No traduce valores, sino un juego de disimulo, pues se ignora si se practica contra el objetivo de la saña o provocar resbalones del incauto seguidor de las asesorías.
El analista de la democracia Antonio Gramsci *1891 +1937 aclaró los intereses de los trabajadores, al definir a la inquina como error político. No se trata simplemente de un fallo táctico, sino de una desviación que mina la legitimación del grupo dominante. Las clases subalternas no caen en la mitología del discurso del poder, pues carece de concreción. Son velos para desviar la atención sobre lo importante. En el fondo, cuando se llama a la defenestración, cancelación y exacerbación del odio contra determinadas personas, con cargos o sin pertenencia a funciones públicas, se subestiman la cultura y la ideología de los sectores populares. La mayoría se da cuenta.