EDITORIAL

Crimen y negligencia asedian Biósfera Maya

Los incendios forestales constituyen otra fuerte amenaza para el último pulmón de Mesoamérica.

Recientemente, la Agencia Espacial de los Estados Unidos (Nasa), reveló un impactante contraste de imágenes satelitales de la Reserva de la Biósfera Maya de Guatemala que evidencian el deterioro de la capa de bosque tropical supuestamente protegido. No se trata de alarmismo, sino de la confirmación de una seria advertencia, con datos, antecedentes históricos y consecuencias que ya se padecen en la región de Petén, cuyo régimen de lluvias, otrora puntual, se ha convertido en caprichoso, inestable y a menudo  ausente.

Dicha reserva, que integra varios parques nacionales y biotopos, abarca unos dos millones de hectáreas, las cuales poseen un inmenso tesoro de flora y fauna, pero también de ciudades prehispánicas mayas, cuya mayoría  continúa  escondida en la vegetación, aunque no a salvo de los saqueadores. Aun para el ojo inexperto es evidente que la impunidad, el crimen organizado, la falta de personal y equipo para los guardarrecursos, la poca vigilancia del Ejército en el área fronteriza y la limitada cobertura policial constituyen un incentivo perverso para la extracción maderera desde el lado mexicano, y no solo eso: la ausencia del Estado propicia la cacería ilegal.

 Entre las observaciones del equipo de científicos destaca el avistamiento de zonas supuestamente “ganaderas”  en las cuales casi no hay reses,   solo unas cuantas. Sin embargo, en esos mismos terrenos desmontados son claras las trazas de pistas clandestinas, las cuales son utilizadas para el transporte de drogas. Extensas y desoladas áreas de parques como Laguna del Tigre  han sido depredadas por grupos de supuestos campesinos, pero como dicha tierra no es apta para la agricultura, queda abandonada, arrasada y a merced de bandas criminales.

Los incendios forestales constituyen otra fuerte amenaza para el último pulmón de Mesoamérica. Ocasionados por rozas fuera de control o de manera deliberada por delincuentes, cada año se pierden miles de hectáreas. Las brigadas forestales resultan insuficientes para combatir estos fuegos, cuyo daño perdurará  por décadas y es posible que   siglos. Resulta curioso cómo en tales siniestros casi no se encuentran rastros de árboles preciosos como caoba, cedro o rosul, por lo cual cabe también la sospecha de que sean ocasionados, para borrar huellas de saqueo.

La reacción de las autoridades del Ministerio de Ambiente al ser consultadas por Prensa Libre da más desconsuelo que certeza de algún esfuerzo sólido, certero y decidido por proteger este patrimonio nacional y mundial.  Ello lleva a preguntar cuáles son las prioridades para instituciones como el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, cuáles son los mecanismos de evaluación de resultados para sus directivos y qué responsabilidades se pueden deducir de esta u otras  vinculadas con la preservación del recurso forestal.

Desde hace décadas, el arqueólogo estadounidense Richard Hansen ha impulsado la idea de declarar Santuario la cuenca de El Mirador,  una zona de bosque tropical casi intacto. Pero se ha topado con indolencias gubernamentales,   diputados dos caras y con un muro de pretextos burocráticos. La Biósfera Maya sobreviviente es la oportunidad de  tener un atractivo ecoturístico de clase mundial que permita a las comunidades convertirse no solo en los guardianes, sino en los mayores beneficiarios de un desarrollo sostenible. Pero para eso se necesitan políticas visionarias de Estado, lo cual incluye saber negociar los bonos de carbono que las naciones industrializadas ofrecen a los países en vías de desarrollo, precisamente para mantener vivos sus bosques.

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