Catalejo
Identidad no es igualdad y necesita ser enaltecida
Un emotivo acto me hizo recordar mi vida en la Universidad Rafael Landívar y la identidad implícita de esa etapa.
Los reconocimientos inesperados halagan en especial cuando provienen de instituciones importantes en el proceso de aprendizaje y afianzamiento de los valores aprendidos por imitación en el hogar de nuestra infancia. Cuando uno se entera de haber sido escogido por su alma máter universitaria, da un especial gusto y hay satisfacción, pero como generalmente llegan en el otoño-invierno de la vida, constituyen una indicación clara del inexorable paso del tiempo. También otorgan felicidad y cierto orgullo, aunque uno lo siente justificado. Nosotros, los de entonces —dijo Neruda— ya no somos los mismos, pero tal vez seguimos siéndolo cuando recordamos o nos hacen recordar los días calurosos, fríos, lluviosos, del camino vital a veces empinado, pendiente, resbaloso, lodoso.
El viernes pasado, con otros cuatro ciudadanos tuve el honor de recibir el Galardón a la Identidad Landivariana, simbólicamente otorgado por la Universidad Rafael Landívar en el atrio del antiguo colegio colonial donde este poeta guatemalteco dio clases antes de la expulsión de los jesuitas por el rey Carlos III. Los otros son Anabella Giracca, María Isabel Grajeda, Luis Rolando Lara y Ana Isabel Martínez de León. Los estudiantes de ciencia política escogieron al rector Miguel Cortés, “por su papel en la comisión de postulación para elegir a la Corte Suprema de Justicia”. El texto señala en todos los casos “el compromiso con la dignidad humana, la libertad, la responsabilidad y el servicio”, conceptos cumplidos desde actividades diversas, comprendidas o no.
El país está como está no por malas ideas, sino por malas acciones de seres humanos a quienes se les debe pedir cuentas y castigar legal o éticamente.
Resulté siendo el de mayor edad, al tener mi carnet de ingreso el número 1350-66, mismo año de mis compañeros de promoción humanística: Elsita Asturias, Regina Bouscayrol, Miriam Cabrera Passarelli, Mario Alberto Carrera, Guillermina Herrera, Mario Roberto Morales, Hermógenes Vásquez, Chiqui Rodríguez, Margarita Valdizán Botrán, Olguita y Fernando Vignolo. De todos guardo bellos recuerdos, especialmente de quienes ya viajaron hacia esa distinta realidad donde llegaremos los humanos. Estos jóvenes de entonces, en forma consciente o inconsciente han cumplido esos valores, independientemente de su pensamiento en cualquier campo, con coincidencias y diferencias, condiciones indispensables para buscar el justo medio aristotélico.
El concepto de identidad landivariana ha estado siempre, como el de las otras universidades, y es distinto porque no todos los valores defendidos coinciden. El sentido y valor de pertenencia no ha sido motivado en la sociedad guatemalteca y coincido con la idea de tener una vicerrectoría dedicada a ese tema e insto a las universidades a hacerlo. Es buen ejercicio detenerse a revisar el actuar personal en la vida, y al hacer un recuento, “ganar la materia” con los mínimos 61 puntos… en mi pensamiento influyeron en especial Aristóteles y su equilibrio —no mitad exacta— entre extremos, por ello viciosos; Kant y su imperativo categórico de actuar con reglas propias posibles de convertirse en leyes de obligatorio cumplimiento. Hay otras ideas complementarias, por supuesto.
Siempre se debe pensar en el hoy y el ahora con base a la Historia y al ayer, ambos maestros y jueces. La actual situación de Guatemala en todos los campos obliga a analizar las bases éticas, o sea las ideas, y la moral, es decir las acciones humanas. El país está como está no por malas ideas, sino por malas acciones de seres humanos a quienes se les debe pedir cuentas y castigar legal o éticamente. Desconocer esas ideas lleva a su rechazo por motivaciones ni siquiera políticas o politiqueras sino basadas en el obvio temor de no tener razón ni de poder defenderlas. Casi todos los jóvenes tienen ilusión, alegría y sentido de la solidaridad, sin renunciar a la libertad individual. Por eso se afianza la esperanza del presente y del cercano futuro en manos jóvenes.