100 años de Roberto González Goyri, leyenda moderna en el arte de Guatemala

20 de noviembre de 2024

Un repaso por la huella identitaria y el pensamiento modernista de uno de los grandes nombres del arte de Guatemala, nacido un 20 de noviembre.


Durante el gobierno de Miguel Ydígoras Fuentes, Tecún Umán fue declarado héroe nacional de Guatemala. Esta decisión venía acompañada del dictamen que llevaba a instalar estatuas del guerrero k’iche’ en cada cabecera departamental de Guatemala. En la capital, la ubicación elegida fue un punto emblemático en La Aurora, hacia el fin del montículo prehispánico conocido como La Culebra.

Fue en esa intersección geográfica, donde confluían dos períodos históricos, que el arquitecto Roberto Aycinena —entonces involucrado con la gestión municipal— decidió que se erigiera una estatua tallada por el artista Roberto González Goyri. Un año antes de que se tomara la decisión de instalar las estatuas en las cabeceras municipales, González Goyri había concluido Nacionalidad guatemalteca, el mural que dotó de otro sentido al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS).

La pericia del artista con las obras públicas se había consolidado con aquella primera obra. Cinco años después de haber sido declarado Tecún Umán héroe de la nación, González Goyri  creó  una figura de más de seis metros de alto que recordaba la fuerza y la resistencia del líder, misma que  metaforizó con la materialidad rocosa. También, en 1963, el artista dio por finalizados los murales de la fachada poniente del Banco de Guatemala, en el Centro Cívico.      

José María Magaña, arquitecto, conservador de monumentos y experto en cascos históricos urbanos, argumenta que el trabajo de Roberto González Goyri se ha convertido en un símbolo del imaginario colectivo de la Ciudad de Guatemala desde hace más de 60 años. Magaña recuerda que fue durante la década de 1960 que se popularizó el uso del concreto expuesto en la arquitectura del país, algo en lo cual González Goyri fue pionero.


El Centro Cívico es una obra urbanística que fue creada a partir de la colaboración entre arquitectos, ingenieros y artistas plásticos, entre ellos, Roberto González Goyri, quien diseñó la fachada del Crédito Hipotecario Nacional y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social.

Foto Prensa Libre: Cortesía Asociación González Goyri

Magaña lo reconoce como un hombre congruente y consecuente con su tiempo. “Un artista que, con habilidad y elegancia, trabajó en equipo y aplicó una técnica inédita en Guatemala”, pondera el arquitecto.

El legado de obras públicas de González Goyri abarca, además, la fachada oriente del Crédito Hipotecario Nacional (CHN), creada en 1964; el mural en concreto expuesto y fundido in situ sobre una de las laterales del Instituto Guatemalteco Americano (IGA), en 1973; así como otras intervenciones con distintos materiales, que iban desde el hierro y el mosaico hasta la madera.

Tales fueron los casos de sus intervenciones en el edificio Roma (o edificio Picciotto Hermanos), concluido en 1958 en la zona 1 capitalina; el mural Los conquistadores, creado en 1972 para el Hotel Conquistador Sheraton; el altar de madera de la iglesia de la Villa de Guadalupe, en la zona 10 capitalina; o el mural sin título para el edificio de Novatex.

Cinco años después de haber sido declarado Tecún Umán el héroe nacional de Guatemala, Roberto González Goyri esculpió la figura del guerrero para ser luego colocada en la zona 13 capitalina.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

Considerado uno de los máximos exponentes de la Generación del 40, Roberto González Goyri dejó una huella profunda en el arte moderno de Guatemala, y fue clave en un movimiento que transformó el panorama de las artes plásticas en el país. Este grupo de artistas e intelectuales dio vida a un período de efervescencia creativa, al impulsar ideas innovadoras y proyectos que alcanzaron su cúspide en la construcción del Centro Cívico.

Según el historiador de arte Guillermo Monsanto, esta generación, que incluía también a figuras como Carlos Mérida supo plasmar en sus obras el mismo espíritu de modernidad que caracterizaba a proyectos emblemáticos de la época, como la construcción de Brasilia.

La construcción de su nombre

Nacido en 1924 en la ciudad capital, González Goyri se formó localmente en la Academia de Bellas Artes, pero fue becado en 1948 por el gobierno de Juan José Arévalo para continuar sus estudios artísticos en Nueva York. Al viaje hacia Estados Unidos también iba el artista Roberto Ossaye, quien, además, era amigo de González Goyri.

En el libro Reflexiones de un artista, donde se compilan varias memorias suyas, el artista aseguraba que, al llegar a Norteamérica, Ossaye y González Goyri experimentaron un choque cultural que marcó sus primeros días en la megalópolis, así como el resto de sus vidas.

El bullicio, la inmensidad de la urbe, el constante murmullo de la gente y el ensordecedor sonido del tren subterráneo fueron demasiado para ellos. La imagen preconcebida de Nueva York no coincidía con aquella realidad abrumadora; y, además, la barrera del idioma incrementaba la sensación de inseguridad, pues el poco inglés que manejaban no les facilitaba la comunicación.

Durante su tiempo en la Art Student’s League, González Goyri comenzó a aprender junto al escultor William Zorach. Sin embargo, pronto comprendió que el enfoque académico en la escuela no respondía a sus necesidades. En consecuencia, su estadía en esta escuela fue breve, apenas de unos tres meses.

“Yo anhelaba encontrar una expresión propia, pero la verdad es que no atinaba por dónde hacerlo. En esos días, para mi fortuna, conocí a un escultor que habría de tener una influencia decisiva en mi formación”
Roberto González Goyri en su texto 'Integración de las artes plásticas en el siglo XX
en Guatemala'

González Goyri  decidió explorar museos y galerías, hasta que descubrió el Sculpture Center. Fue allí donde encontró el entorno de aprendizaje que buscaba: un espacio sencillo, donde podía trabajar en solitario, experimentar con técnicas y materiales nuevos. Dentro de este proceso de aprendizaje fue cuando descubrió que el arte iba más allá de una noción meramente estética.

“Me afanaba por hacer un arte con raigambre en lo nuestro, es decir, apoyado en ciertos valores que nos identifican como nación, sin caer por ello en el folclor, en lo superficial. Comprendí que el folclor, al igual que el arte de nuestros antepasados, los mayas, es terreno muy peligroso en el sentido de convertirse fácilmente en verdaderas jaulas”, aseguraba.


La Princesa Ixquic, obra realizada en 1991 por Roberto González Goyri.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

Tras un año en Nueva York, González Goyri tuvo la oportunidad de conocer el trabajo de destacados escultores y pintores, como Seymour Lipton, Theodore Rozak, Alexander Calder y Richard Lippold, entre otros. La obra de estos artistas le abrió nuevas perspectivas y lo inspiró a encontrar su propia voz, lo cual confirmó su visión de un arte que dialogara con lo universal sin perder la esencia de su origen.

“De mí, sé decir que la estancia en Nueva York fue como una liberación en todo sentido. ¿Que tuve influencias? Claro que las tuve. En la formación de un artista las influencias son inevitables, pero en manera alguna perjudiciales; más bien lo contrario: un buen indicio de sensibilidad en que tarde o temprano se trasluce la propia originalidad”, compartió el guatemalteco, en noviembre de 1978, durante una Conferencia en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Western Kentucky University, en Estados Unidos.

Espíritu de maestro
 
Después de cuatro años en Nueva York, González Goyri regresó a Guatemala, en 1952. Al año siguiente, se casó y asumió el puesto de jefe del Departamento de Exhibiciones en la Embajada de Estados Unidos en Guatemala, un cargo que le permitió aplicar su visión y habilidades en la promoción de la cultura y el arte.

Según refiere José María Magaña, la influencia de la formación internacional de González Goyri no se manifestaba en un intento de emular directamente a los artistas de Nueva York, sino en la magnitud y monumentalidad con la que abordaba el espacio urbano. Lo fundamental, puntualiza Magaña, era que esta experiencia le permitió comprenderse a sí mismo como una entidad cultural, para desarrollar una visión artística que trascendía sus complejos y limitaciones como miembro de un país en vías de desarrollo.

“La experiencia en el extranjero le abrió las puertas al mundo, al permitirle salir del entorno restrictivo de Guatemala, un país pequeño y marcado por limitaciones económicas, culturales, sociales y formativas”, argumenta Magaña.

“No importa, por tanto, lo disímil de las culturas ni su distancia en el tiempo, si —en su forma de dialogar consigo mismo y con el Universo— el hombre reúne una serie de afinidades que, al expresarse, lo hacen coincidir en un arte integrado”.
Roberto González Goyri

De acuerdo con el arquitecto, es significativo observar que un mural como el del IGSS parece haber encontrado su lugar ideal allí, dado que su diseño y temática resuenan con la función y la identidad del edificio. Agrega que el mural no solo es una obra de arte, sino también desempeña un papel importante en la circulación peatonal de quienes visitan el lugar. En ese sentido, el espacio identitario se ha convertido en una forma práctica para entender la obra de González Goyri.

En su trayectoria, el artista comenzó utilizando técnicas tradicionales, como pastel, acuarela, témpera y óleo, pero con el tiempo se definió más como escultor.

En una de sus conferencias, dictada en 1983, habría asegurado: “En mi trabajo existen dos vertientes simultáneas: la escultura y la pintura. La obra de arte no es ni nacionalista ni revolucionario por el tema, sino por sus calidades formales. Por su capacidad para absorber y recrear la esencia de las cosas transmutándolas, ya lo dije, a valores poéticos. En la medida en que profundizo en la pintura y la escultura, me doy cuenta de que el camino no es nada fácil”.

González Goyri veía su obra como una profunda comprensión de la relación entre la idea y el material en la escultura. Para él, era esencial que el material utilizado no solo fuera una simple herramienta, sino que debía exhibir su propia naturaleza y evitar cualquier intento de enmascarar su esencia mediante técnicas ajenas.

El trabajo de González Goyri es amplio, pero la escultura fue un arte que cultivó desde temprana edad en Nueva York.

Foto Prensa Libre: Cortesía Asociación González Goyri

En el libro Reflexiones, el creador dice que su ideal artístico abarcaba la interacción entre los lineamientos abstractos del diseño y los valores instintivos o poéticos. Por esta razón, enfatizaba que la técnica, aunque era importante, no determinaba por sí sola el valor de una obra de arte; era la capacidad de transmutar esa técnica en valores emotivos o poéticos lo que realmente contaba.

En palabras de la doctora en Filosofía y Letras Silvia Herrera, la composición de González Goyri es destacable en todos sus trabajos. “Lograba un acertado encaje de los elementos dentro de sus obras, lo cual evidenciaba una concepción bien lograda del espacio visual. Esta habilidad es notoria tanto en su pintura y escultura como en su obra monumental”, explica.

La entrevistada subraya que el maestro era capaz de proponer un motivo central y organizar los elementos secundarios de tal manera que cada una de sus obras siempre apareciera bien estructurada. Por otro lado, Herrera afirma que, en su escultura, González Goyri dominaba las tres dimensiones  y mostraba un sentido poético: la forma cerrada o abierta de sus obras, la conexión de los planos y la cohesión del conjunto eran indicativos de su maestría en la escultura.

Aunque no es muy conocida por muchos, su obra gráfica es, de igual manera, destacable. Sus tarjetas y portadas de libros y revistas muestran un dibujo claro y definido, lo que se convierte en una marca distintiva en esta producción más informal y rápida. Esta diversidad en su trabajo demuestra la versatilidad y el talento que González Goyri aportó al arte guatemalteco. Varias de estas creaciones fueron utilizadas para actividades u objetos notorios a finales del siglo XX, como revistas de teatro guatemalteco o libros sobre antropología y literatura.

La obra gráfica de González Goyri fue utilizada para publicaciones culturales.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

El color era un punto de partida para González Goyri, quien creía que Guatemala era una gama interminable de tonos.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

Verónica González, una de entre 10 hijos de González Goyri, asegura que casi todos los buenos coleccionistas del país cuentan con obras de su padre. Además de estas personas, varias instituciones también han conservado piezas del artista, incluso en el extranjero. Tal es el caso del Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde se resguarda la escultura Cabeza de lobo, creada en 1957; o el Lowe Art Museum, de Miami, Florida, que tiene la pieza de bronce Toro, hecha en 1964.

Verónica señala que su padre empleó varias categorías temáticas a lo largo de su carrera. En cuanto a la técnica, el acrílico fue su medio preferido en la pintura. A lo largo de su trayectoria, realizó múltiples exposiciones individuales, bastantes de las cuales se centraron en series de temáticas específicas.

Un ejemplo de estas es Otoño en la memoria, que evoca sus recuerdos de esa estación en Nueva York. También creó pinturas inspiradas en los poemas de Humberto Ak'abal y una serie basada en los poemas de Juan Pablo II, titulada El esplendor de las cosas.

“He llegado a la conclusión de que el estilo nace solo, paulatinamente, sin proponérselo. Un artista puede tener un sinnúmero de variantes en el curso de su carrera, como consecuencia de una serie de estímulos antagónicos; sin embargo, pese a sus múltiples facetas mostradas en sus distintas etapas, siempre habrá un sello que lo hace inconfundible”, aseguraba González Goyri en 1978.

FOTOGALERÍA
La Religión en Guatemala, mural de Roberto González Goyri

Un tema que interesó mucho a González Goyri fue el de la integración. Para él, dicho asunto se trataba de algo muy arriesgado en Guatemala durante el siglo XX, ya que para entonces no era común hablar de ello en el país .

“Es hora ya de encarar con riguroso realismo, con espíritu crítico, sin falsas apreciaciones esta clase de planteamientos, exigiéndonos la verdad desnuda, si realmente queremos fijar en nuestra conciencia un punto de partida que nos permita ir en busca de nuestro propio destino”, aseguraba el artista en un texto original de 1966. Con esto, el realizador quería dar a entender la necesidad de buscar un propio lenguaje creativo que pudiera contribuir a una identidad mayor y compuesta.

Esa idea de integración, según decía él, permitía que las sociedades se acercaran a grandes concepciones como las que  posibilitaron los resultados de la antigüedad que tanto se admira. De acuerdo con González Goyri, la integración en las artes podía lograrse por medio de la arquitectura, la escultura y la pintura. No obstante, para él esto era idóneo pues, aunque las técnicas solían colaborar en ciertas manifestaciones, no siempre estaban integradas.

Sobre esto decía: “La integración es consecuencia de un método determinado de vida, el cual, a su vez, es consecuente con determinada filosofía y  determinada época. No importa, por tanto, lo disímil de las culturas ni su distancia en el tiempo si, en su forma de dialogar consigo mismo y con el Universo, el hombre reúne una serie de afinidades que, al expresarse, lo hacen coincidir en un arte integrado”. 

Legado familiar

En la vida de González Goyri, el entorno familiar cumplió un papel fundamental en su desarrollo artístico y en la perpetuación de su legado. En la parte posterior de su vivienda, construyó amplias galeras donde almacenaba hierros, arcilla y otros materiales que utilizaba para crear sus obras, principalmente, esculturas. Este espacio no solo fue un taller de trabajo, sino también un lugar donde la creatividad fluía, y donde sus hijos también pasaban tiempo con él.

Verónica González, una de sus hijas, recuerda cómo las conversaciones en su hogar giraban en torno al arte, aunque no se limitaban exclusivamente a ese tema. La presencia de arquitectos y artistas de la generación de su padre en su casa enriqueció su infancia y le brindó una visión del mundo cultural donde su padre se movía. "Crecimos oyendo a los grandes", dice González. Aunque no todas sus hijas siguieron los pasos artísticos de su padre, él siempre expresó su satisfacción con el hecho de que todos apreciaran y disfrutaran del arte.

González Goyri en su estudio.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

Carmen, la esposa de González Goiry desempeñó un rol importante en fomentar el interés artístico en sus hijos. A menudo los llevaba a exposiciones en su carruaje, y de ese modo creaba un espacio para el desarrollo de su sensibilidad hacia las artes visuales, recuerda Verónica.

“Yo soy licenciada en Ciencias Políticas, pero he compaginado esta carrera con la gestión cultural. El haber crecido en ese ambiente obviamente no te deja indiferente a todas las expresiones artísticas”, agrega la hija de González Goyri, quien, además, recuerda cómo varios de sus hermanos crecieron en las exposiciones de su papá.

Ha sido esta misma relación artística y afectiva la conducente a que, durante los últimos 12 años, se hayan llevado a cabo iniciativas desde la Asociación González Goyri para la cultura.

Esta la establecieron en el 2012 familiares y amigos del maestro, con el objetivo de preservar y promover la obra del reconocido artista guatemalteco, así como la de otros exponentes de la plástica en el país. Esta iniciativa surgió tras la muerte de González Goyri, en el 2007, y fue encabezada por Verónica.

Nueve piedrecitas es una obra en acrílico sobre papel de algodón, inspirada en los poemas del escritor momosteco Humberto Ak’abal.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

"Me surgió la pregunta de cómo se aprecia el arte sin ser artista", confiesa la hija del maestro. Esta inquietud la llevó a un proceso de documentación que comenzó antes de la muerte de su progenitor, durante el cual comenzó a gestionar sus exposiciones, archivar sus obras y catalogar fotografías.

Este año, la Asociación González Goyri para la Cultura ha enfocado sus esfuerzos en impulsar iniciativas privadas para dar a conocer la obra del maestro. Verónica González destaca algunos de los logros recientes, como la publicación de libros en colaboración con Editorial Piedra Santa, en la que se presentan las obras inspiradas en poemas de Humberto Ak’abal. Otro esfuerzo editorial es el libro Cartas desde Nueva York, publicado por la Universidad Rafael Landívar.

Las actividades de la asociación han sido diversas, incluidos foros, publicaciones y recorridos guiados por la obra pública de González Goyri. Además, han participado en eventos como el Festival del Centro Histórico, donde han desarrollado actividades para acercar al público a la obra del maestro, incluso sin tener exposiciones permanentes.

En cuanto a los retos identificados por la asociación, Verónica menciona que muchas personas que se encuentran con la obra de González Goyri por primera vez suelen no conocer el contexto y los fundamentos de su trabajo. Por ello, han establecido actividades educativas que permiten a los asistentes comprender mejor su legado.

El dinamismo es crucial en las obras del artista.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

Boceto del artista donde se puede observar la manera en que González Goyri concebía las zonas de mayor intensidad y el ritmo que iban adquiriendo sus figuras.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

"Muchas personas se sorprenden al descubrir la profundidad y el significado de su obra", asegura Verónica. A menudo, comentan que no solo aprenden sobre el arte en sí, sino también sobre el impacto cultural y social que González Goyri tuvo en Guatemala.

Este año, la Asociación González Goyri para la Cultura ha llevado a cabo diferentes eventos educativos y culturales, con motivo del centenario del nacimiento del maestro.  Han destacado conversatorios en iniciativas como Nueva Acrópolis o una conferencia sobre el mural Nacionalidad guatemalteca, en la Universidad del Valle de Guatemala (UVG). Asimismo, la asociación fue considerada parte integrante de las iniciativas de celebración de los 80 años de la Revolución, impulsadas por el Gobierno de Guatemala.

Verónica destaca que estos proyectos no solo contribuyen a la difusión de la obra de su padre, sino que también propician un diálogo enriquecedor entre las nuevas generaciones de artistas y la rica herencia cultural que dejó su papá.

Nuevas memorias

En el 2006, la Universidad del Valle de Guatemala celebró su 40 aniversario de fundación con el reconocimiento de la labor de destacadas personalidades del país, entre ellas, la del maestro González Goyri. Esa casa de estudios decidió otorgarle el título de doctor honoris causa, una de las distinciones más importantes que confiere, en reconocimiento a su carrera y su impacto en la cultura guatemalteca. Este reconocimiento subraya su relevancia como escultor, muralista y pintor, así como su extensa labor artística.

Según razonaba González Goyri, el catolicismo había hecho un gran aporte cultural a Guatemala, por medio de la arquitectura, la pintura, la imaginería, las letras y la música.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

Posteriormente, María del Pilar Grazioso Rodríguez, profesora emérita de la UVG, ha tenido una relación cercana con la familia de González Goyri, lo que la llevó a trazar un proyecto colaborativo entre su universidad y la asociación. De esa cuenta, se fueron agregando obras del artista para ser  expuestas en el Centro de Innovación y Tecnología (CIT) de ese centro de estudios superiores.

Roberto Moreno, rector de la UVG, cuenta que esta decisión se planteó como una suerte de ancla para integrar temas como ciencia, arte, diseño y negocios, pues el CIT busca fomentar la colaboración interdisciplinaria y la creatividad, “valores que el maestro González Goyri promovió a lo largo de su vida y obra”, subraya Moreno.

En ese entendido, se planteó que la Asociación González Goyri para la Cultura prestará, por 10 años, más de 50 obras del artista. Entre ellas sobresalen pinturas, bocetos a lápiz y una serie que reproduce 14 ilustraciones inspiradas en los poemas de Humberto Ak’abal. “Se llegó a un acuerdo para organizar una exhibición de estas obras, inicialmente, en el séptimo nivel del CIT, que cuenta con tres salas de uso múltiple para exposiciones permanentes”, detalla el rector.

La exposición se inauguró en el 2022, y actualmente las obras están exhibidas en distintos pisos de aquel centro. La muestra está abierta para que tanto miembros de la UVG como de otras universidades y procedencias puedan apreciar el legado del maestro González Goyri.

Jaguar es una pieza en acrílico sobre tela, del 2007, que es parte de una serie de obras inspiradas en poemas de Humberto Ak’abal.

Foto: Cortesía Asociación González Goyri

De acuerdo con Moreno, esta propuesta  hace eco del modelo de educación liberal de su universidad, la cual anticipa un tronco común en todas las carreras, donde los estudiantes, independientemente de su especialización, puedan desarrollar conocimiento integral en ciencias exactas, matemáticas, humanidades y ciencias sociales. 

“Somos muy afortunados de transitar por salones de clase y tener, de primera mano, la obra del maestro para poder conocerla. Ha sido una experiencia única. La universidad que tiene una fuerte concentración en ciencia y tecnología ha visto la necesidad de complementar la formación con el área de diseño, arte y creatividad”, señala.

 Silvia Herrera afirma que esta apuesta puede ser muy significativa para las generaciones venideras, señalando que González Goyri enseña a los más jóvenes la importancia de forjar un lenguaje propio a través de un trabajo incansable. Herrera también destaca la humildad del maestro, su espíritu de superación constante y su inconformidad con los logros obtenidos en cada uno de sus proyectos.

El 3 de noviembre del 2007, con 83 años, González Goyri presentó su exposición titulada Entre la pasión y el asombro. Realizada en el Paseo de los Museos del Hotel Casa Santo Domingo, en La Antigua Guatemala, la muestra reunía piezas de sus etapas más importantes como creador. Aunque un nuevo proyecto marcó su último gran triunfo, el cáncer de páncreas reclamó  la vida del artista el 13 de noviembre de ese año. Su partida recordó también que su genialidad permanece viva, latiendo en muros, esculturas, libros, y monumentos al aire libre.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.