Fundamentos
El reto de hacer ciudadanía política
Un elemento fundamental del buen ciudadano es aquel que tiene la lectura como fuente de conocimiento.
Vivimos en un mundo que invita a la comodidad y también a la ligereza. Hoy, muchas personas forman su criterio en las redes a partir de lecturas cortas, breves, sesgadas y sin respaldo documentado. También todos están invitados a emitir opinión, a veces sobre temas que desconocen del todo, teniendo que usar el estrecho formato de las plataformas de mensajería. Incluso algunos sienten que su adhesión a una propuesta, a un principio político o una causa ideológica, se logra y satisface emitiendo un simple “like”. Es una especie de “ciudadanía express”.
Las sociedades siempre han necesitado de sus mejores mujeres y hombres.
Las sociedades siempre han necesitado de sus mejores mujeres y hombres para confeccionar el tejido social. El nivel y la calidad de un sistema político se mide siempre por el nivel y la calidad de los ciudadanos. Por ello, es de vital importancia abrir la discusión sobre cuál es el modelo que estamos siguiendo para formar a nuestros propios ciudadanos. La polarización, los prejuicios, un clima de linchamiento digital y hasta una especie de resentimiento ambulante ha hecho que en los últimos años y en nuestras latitudes se haga escarnio y burla de un concepto tan importante como lo es el de las élites. Yo entiendo las élites como los segmentos educados, responsables, cumplidores de sus obligaciones y emprendedores, que influyen e inciden positivamente sobre sus respectivos círculos. Muy lejos de esa imagen de los plomosos de chistera y bombín con la que pretenden retratarlas. Así que la primera tarea en el modelo de ciudadanía política es rescatar, sin complejos, el concepto saludable de lo que es una elite en una sociedad.
Un elemento fundamental del buen ciudadano es aquel que tiene la lectura como fuente de conocimiento. Leer no es solamente recorrer un texto. Leer con criterio significa buscar títulos, leer escritos que no necesariamente coinciden con el propio punto de vista, ampliar los horizontes del conocimiento leyendo acerca de temas que van más allá de la formación profesional del lector o incluso tener varios textos en lectura simultánea. La lectura debe ser vista más allá del entretenimiento del momento; es fuente de cultura, conversación, buena ortografía y cultivo de la imaginación. Un buen ciudadano no es solamente el que lee bastante, sino el que comparte con su entorno todos los conocimientos adquiridos por la lectura.
Hace muchos años apareció en el mercado un libro con un sugestivo subtítulo: Una de cada diez personas influyen sobre las otras nueve en como dónde educar a sus hijos o a qué partido votar. Este libro, que habla de aquellos ciudadanos que son considerados influyentes en una sociedad, analiza qué características comparten entre ellos. Un elemento que resaltan es la participación que estas personas tienen en distintos círculos tales como entidades académicas, organizaciones sociales, instituciones de servicio, clubes de intereses particulares o hobbies. Ello evidencia que dichas personas tienen círculos amplios de amistades y conocidos, reciben información diferente e interesante, muchos ejercen funciones directivas e invierten voluntariamente su tiempo en causas positivas. Eso es ciudadanía política en su mejor expresión.
Parafraseando al prestigioso académico español Miguel de Unamuno, es importante que las sociedades educadas dejen de escuchar a las voces radicales que abominan la discusión de altura porque celebran, en su ignorante mala fe, que se multipliquen los ignorantes a su alrededor. Por el contrario, necesitamos tener mejor ciudadanía política para tener una mejor sociedad.