Catalejo

La burla se hizo realidad: Zamora regresa a prisión

A nadie debe sorprender la decisión de los sicarios legales, pero sí es lamentable el si-lencio de la sociedad como tal.

Cuando el 18 de octubre se conoció el arresto domiciliario de Jose Rubén Zamora, por aquella costumbre periodística de pensar mal para acertar, deduje y presentí esa decisión como una burla y una farsa, como pasa con los presos víctimas de venganzas políticas disfrazadas, en todos los países donde la ley y la justicia son lentejuelas baratas. Acerté, por desgracia. Exactamente un mes después se hizo pública la vergonzosa decisión de la sala segunda de apelaciones, conjunta con adhesión de Ricardo Méndez Ruiz y Ronald García Navarijo, auxiliados por Raúl Amílcar Falla Ovalle, su poco conocido abogado. Los magistrados Edwin Estuardo Zaldaña Acevedo, Cristina Torres González y Víctor Manuel Castillo Mayén, quienes se encargaron de dejar “sin valor jurídico esta y cualquier otra medida” favorable al periodista.

A nadie debe sorprender la decisión de los sicarios legales, pero sí es lamentable el silencio de la sociedad como tal.

Este grupo de esbirros de la justicia se completa con Consuelo Porras, cabecilla del MP; Rafael Curruchiche, jefezuelo de la fiscalía, y Jimmy Bremmer, mala caricatura de juez, todos expertos en aceptar órdenes para el retorcimiento de la ley, con o sin remuneración oculta. Es una horda de personajes éticamente enanos cuyas decisiones ejemplifican y justifican la desconfianza de la población en el sistema jurídico y también fuera del país. Esta evidencia explica la inmediata reacción a favor del preso político Zamora por enti  ,mdades como el Grupo de Trabajo de la ONU sobre la Detención Arbitraria; la Sociedad Interamericana de Prensa, Amnistía Internacional, Reporteros Sin Fronteras y la Oficina para asuntos latinoamericanos de Washington.

Bernardo Arévalo reaccionó de inmediato contra la decisión, calificándola de “un atentado a la libre expresión”, pero es eso y mucho más: es contra la vida. Se protegió al indicar “la separación de poderes nos impide intervenir en el Organismo Judicial”. Cabe recordar: la jefatura del Ministerio Público podía ser cambiada por el presidente de la república, pero hace varios años el cargo fue declarado inamovible pero esto, por su ilegalidad, no es fuente de derecho ni existe legalmente. Intentó defenestrarla, pero le fue imposible por tener ella el apoyo total de exfuncionarios de Giammattei, a quienes defiende y defenderá hasta mayo del 2026 (año y medio). Su reacción fue insolente, con claro apoyo oscuro. No entiendo la tímida reacción presidencial.

Todos estos nombres y acciones deben ser señalados y/o recordados. Esos 18 meses son un tiempo suficientísimo para nuevas triquiñuelas güizachescas a fin de mantener encarcelado y sufriendo a Zamora. Es víctima de la burla a las leyes por haber ejercido la libertad de emisión del pensamiento y de prensa. Pero no sólo él: fue encarcelada una de sus mejores colaboradoras, y su esposa, hijos y el resto de su familia, todos inocentes, pagando con dolor y lágrimas supuestos pecados políticos no solamente irreales, sino no cometidos por ellos. Se necesita tener un corazón de piedra, no tenerlo o haber cobrado mucho para participar de cualquier forma en esta clarísima prueba del riesgo del ejercicio del periodismo independiente en este país de la eterna tiranía.

Un factor lamentable y doloroso, de diáfana claridad es la inexistente reacción de la sociedad en general ante estas arbitrariedades. A la mayoría de ciudadanos no les importa porque, según ellos, tampoco les afecta esta venganza política. Pero les afecta. El silencio de los sectores privado, cultural, académico, religioso, étnico, es una complicidad, temor o aprobación oculta a esa cruel venganza. Esto demuestra a los periodistas el peligro de ejercer la profesión de informar y criticar, de enfrentarse a los remedos de dictadores, pero también de solitario cuando atacan las fuerzas del mal rebosantes de arraigado y tenaz rencor. A Jose Rubén Zamora le envío mis condolencias por ese pesar negro y mi admiración por su terca y perseverante valentía ante el despotismo.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.