EDITORIAL

Renuncia cuádruple es un socavón del gabinete

El hundimiento y cierre obligado del puente sobre el río Nahualate, que ha ocurrido en varias ocasiones, pero esta vez con mayor severidad, agravó la presión sobre el ministro Alvarado.

Resulta complicado tratar de defender la gestión del ahora exministro de Comunicaciones Félix Alvarado, quien asumió la cartera el 20 de mayo, tras la abrupta salida de su antecesora, señalada por el Ejecutivo de haber efectuado pagos no autorizados a contratistas. Apenas tres semanas después de haber asumido la silla de uno de los ministerios históricamente más complejos —y más asediados por la corrupción, las presiones subrepticias o declaradas de diputados, los  amaños de contratos y hasta los bodrios heredados de ministros anteriores—,  Alvarado tuvo un duro golpe de realidad con el hundimiento en el km 44 de la autopista Palín-Escuintla, que a la fecha sigue con un paso provisional.

Acelerar dicha reparación fue un reclamo masivo, pero no fue posible por las dificultades técnicas, por estar en pleno invierno y hasta por la negativa del Congreso de avalar un estado de Calamidad que habría acelerado contratos, los cuales se atrasaron aún más por sabotajes en la licitación  denunciados en julio por el ministro y el presidente Bernardo Arévalo, aunque sobre ello no existe, que se sepa, ninguna pesquisa.

El intento constante y declarado de Alvarado fue abolir el pago de coimas, romper el patrón de favoritismo hacia ciertas empresas  y destapar escándalos de obras con fuertes adelantos  y magros avances, como los pasos a desnivel, varios puentes —incluyendo el Nahualate— y rehabilitación inconclusa de rutas  asignadas con el botín vial otorgado por el Congreso en marzo de 2022, pero que igual no fueron terminadas. Tampoco hay mayor acción ni reacción del Ministerio Público al respecto, a pesar de los montos involucrados, aunque si fueron capaces de tolerar la excarcelación de involucrados en el caso Odebrecht o  la laxa pena de aceptación de cargos del exministro José Luis Benito, confeso de fraude,  ¿qué se podía esperar? 

El hundimiento y cierre obligado del puente sobre el río Nahualate, que ha ocurrido en varias ocasiones, pero esta vez con mayor severidad, agravó la presión sobre el ministro Alvarado, médico de profesión, con cursos de infraestructura pública pero poca experiencia de campo. Su talante  circunspecto y casi nulo colmillo político lo hicieron parecer timorato desde el principio, a lo cual se suma una pésima gestión de comunicación: todo ello fue   acrecentando una percepción de falta de idoneidad, a pesar de las buenas intenciones. Cabe recordar que de ellas está pavimentado el camino al averno.

Al anunciar su dimisión, Alvarado denotó discordancias con el presidente Bernardo Arévalo, al decir que “coincidían” en lo que tenía que hacerse, pero no en el “cómo hacerlo”, con lo cual advirtió una falta de “curso preciso”. Estos enunciados solo pueden aclararse mediante un claro redireccionamiento de la estrategia ministerial, con una constante supervisión  y declarado aval presidencial para poder fortalecer a quien se designe  titular de esa cartera.

En este momento quedó la viceministra administrativa a cargo del Despacho, pero es solo para generar una continuidad funcional; de hecho, la renuncia de dos viceministros más, de Vivienda y de Comunicaciones, se suma a la renuncia del viceministro de Infraestructura acaecida la semana anterior. Para propósitos organizacionales, este es un fuerte socavón en el Gabinete, que a su vez puede brindar dimensión de las grandes presiones ejercidas de manera comedida y lícita, como  aquellas ilícitas solo interesadas en volver a medrar con el erario. Es urgente la designación rápida, pero más importante aún es la selección certera de un ministro idóneo y bien avalado para dar continuidad a las ingentes necesidades viales del país.

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