De mis notas
Las elecciones en la tierra del tío Sam
Un mandato alto y claro, cayendo sobre heridas abiertas que presagian tormentas reaccionarias.
Como en toda elección, los ganadores y perdedores muestran lágrimas y gritos de júbilo de un lado y del otro. En la última elección estadounidense, Trump protestó con denuedo y estridencia, mientras que en el campamento demócrata la algarabía mezclaba la exclamación de victoria con un aire de venganza.
Un mandato alto y claro, cayendo sobre heridas abiertas que presagian tormentas reaccionarias.
La toma del Capitolio, los señalamientos de fraude y las acusaciones que permeaban el ambiente fueron tan intensos que Trump decidió no asistir a la toma de posesión, rompiendo un protocolo respetado por todos los presidentes anteriores durante más de un siglo y medio. Fue el vicepresidente Mike Pence quien llevó a cabo la transición.
Desde que Biden y Harris asumieron, han corrido muchas aguas turbulentas. Desde el inicio se percibió un marcado giro hacia el progresismo, impulsado por el ala más radical del Partido Demócrata, que sintió haber recibido un mandato con los resultados de las urnas.
Es evidente que estas políticas progresistas, como las relacionadas con el movimiento woke y la identidad de género, no fueron bien recibidas por una mayoría de los ciudadanos, tanto en el interior rural como en los centros urbanos. La presión de estas agendas, con su persecución a quienes no comulgaban con estas ideas, especialmente en escuelas y espacios sociales, fue creando una muralla de rechazo silenciosa.
La apertura de fronteras de par en par, ofreciendo beneficios a millones de migrantes y creando “estados refugio” donde podían trabajar sin impedimentos legales, obtener licencias de conducir y, en algunos lugares, políticas permisivas de “hurto pequeño” sin consecuencias, incrementaron el vandalismo y el saqueo exponencialmente. Esto minó la confianza de los ciudadanos. Además, la eliminación de la identificación para votar en ciertos estados impactó negativamente en la credibilidad de las autoridades electorales.
Este enfoque hacia los migrantes generó un rechazo creciente. El costo de estos programas desbordó las arcas de los estados receptores, que se vieron obligados a pedir fondos federales. Al final, el ciudadano común observaba una mayor inclinación de su gobierno a asistir a los migrantes que a los propios ciudadanos, y lo peor, en un entorno de precios altos, desde combustibles hasta alimentos básicos.
La evidente senectud y el deterioro cognitivo del presidente Biden, percibido desde hace años y acentuado durante su mandato, también afectaron estas elecciones. La coronación de Kamala Harris como candidata, sumado a su pobre desempeño en la campaña, le costó votantes “seguros” al Partido Demócrata.
La contundente victoria de Trump/Vance, que además de haber ganado el Senado tiene posibilidades de quedarse con el Congreso, ha dejado al campamento demócrata en shock. No solo no lo esperaban, sino que daban por hecho su victoria.
Este mandato recibido conlleva un cambio de políticas y, con ello, la continuidad de un estado de cuestionamiento y de oposición. Los movimientos con sus agendas respectivas presagian activismos inquietantes.
En las universidades, donde los movimientos pro Hamás y antisionistas han ganado un perfil tan alto a nivel nacional e internacional, se avecina otro escollo para esta nueva administración. A esto se suma la guerra en Ucrania, que consume billones de dólares y proyecta un horizonte de victoria cada vez más difuso, complicando aún más el panorama.
En mi próxima entrega, abordaremos los nuevos actores y políticas que el gobierno de Trump/Vance implementará.
Esto apenas comienza…