La concordia

Ileana Alamilla

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el del prolongado y cruento conflicto armado interno que sufrimos por más de treinta y seis años.

Ahora, que estamos próximos a conmemorar los 16 años de la firma de la paz, resulta pertinente reflexionar sobre la polarización antes mencionada, que se acrecienta y generaliza, expresada principalmente en las luchas agrarias o socioambientales, así como en la incomprensión e irrespeto hacia la cultura del pueblo maya.

Pero hay un elemento esencial en esta polarización social que, al margen de las interpretaciones y posicionamientos que al respecto se puedan tener, está beligerantemente presente en la realidad nacional. Me refiero al derecho de las víctimas de la guerra a conocer la verdad y obtener justicia. Sin embargo, este inalienable derecho debe ser atendido en un marco de búsqueda de la concordia.

Gustavo Meoño, director del Archivo Histórico de la Policía Nacional, en una entrevista muy acertada y profunda, que publicara un medio hace algunos días, afirmó que es necesario “encontrar una salida para evitar estar condenados a esta especie de cadena perpetua a la confrontación permanente…”, agregando que “.. de otra manera no habrá salida para la sociedad”.

Pero lo que está pasando es otra cosa. Juicios van y juicios vienen, alimentando los odios y la polarización. Y aunque nadie puede pretender conculcar el derecho de las víctimas a la justicia, también debemos hacer algo para que la sociedad resista la tendencia a revivir el pasado sin perspectiva de futuro.

En esta dirección puede ubicarse el proyecto denominado Memorial de la Concordia, al cual también se refiere Meoño en la entrevista. Acertadamente dice que este país no tiene una memoria, sino varias memorias. Esto es cierto, porque cada quien tendrá una remembranza distinta, dependiendo de cómo haya vivido la guerra.

Por eso, construir un espacio físico y espiritual donde se reivindique “la dignificación de todas las víctimas, no solo las de un bando o las del otro”, como lo indica Gustavo Meoño, puede ayudarnos a dar el paso que no hemos podido adelantar. Si algo une a todos los familiares de las víctimas de la guerra es la necesidad aún insatisfecha de dignificar a sus seres queridos. Sería un lugar donde se recordaría la calidad humana de quienes murieron defendiendo un ideal, no necesariamente el mismo, pero coincidente en la subjetividad del propósito que los llevó al sacrificio.

La primera conmemoración de la paz en el inicio del nuevo Baktún puede darnos una oportunidad para pensarnos distintos, imaginándonos en la concordia, lo que requiere madurez, humanidad y humildad.

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