Un nacimiento chapín
saben más de hamburguesas y hot dogs que de tamal, ponche, buñuelos, y si bien cada época y cada generación tiene sus características, perder tradiciones puede ser un peligro cuando a la vez se extravía el significado de la Navidad.
Nací y crecí en un hogar donde ninguno de mis padres practicaba la religión muy a menudo; sin embargo, se nos inculcó la razón de ser del 24, y sobre todo la abuela nos evangelizaba, día a día, con historias bíblicas contadas como cuentos que fueron aprendiéndose en la mente para ser repetidas a quienes ahora portan el título de patojos.
La visita de los nacimientos era una práctica que hacíamos en la niñez y así quedó para siempre enretinado el portal que don Gilberto Cristales hacía en su casa y que año con año visitábamos para deslumbrarnos con palestinos, judíos, romanos, arquitectura de otras latitudes y un Misterio que solo hablar le hacía falta.
Tenemos la suerte de que desde que tenemos uso de razón visitamos un nacimiento que reúne todo lo que los guatemaltecos somos y anhelamos. Para algunos corazones amurallados y mojigatos hasta les puede parecer un tanto irreverente; sin embargo, José Barnoya García convierte el patio de su casa en un espacio en donde se consigue dar tributo al Creador hecho Hombre, pero también dibujar, con figuritas, colores, formas, texturas y mensajes una sociedad que por siempre anda extraviada en el vaivén de sus preocupaciones.
Militares, guerrilleros, banqueros, ovejas, pastores, toreros en plaza, profesionales, romanos, nazarenos, huelgueros y extranjeros, entre muchos otros, se dan cita en un mismo espacio para dar un mensaje claro: cada quien es distinto, pero todos celebramos la Navidad.
En una sociedad en donde se carece de puentes entre indígenas y ladinos y cada vez es la exclusión la que juega en doble vía, siendo la ley cada día más discrecional y arbitraria, donde “grandes jurisconsultos” defienden lo indefendible y mientras usted lee estas líneas una niña de menos de 14 años está pariendo un hijo ante la mirada indolente de un sistema que en vez de prevenir fomenta la conducta incestuosa, una cosa sola es clara: si la Navidad no llega al corazón de cada uno, todo seguirá igual.
Estas líneas intentan que el mensaje del nacimiento de los Barnoya llegue a unos ojos que no lo han visto, pero que debe entenderse: todos somos diferentes, a todos nos gustan cosas distintas, todos tenemos intereses disímiles, pero una cosa es cierta: si no nos ponemos de acuerdo por lo menos en lo básico estaremos condenados al fracaso.