Editorial
Ciudadanos confieren poder total a Trump
En Guatemala son previsibles los temas de interés bilateral: migración, narcotráfico y comercio.
El Partido Demócrata de Estados Unidos no solo perdió la presidencia, también perdió la mayoría que tenía en el Senado y perdió aún más asientos en el Congreso, que tenían perdido desde 2022. El mensaje de Trump, con todo y polémicas, fue directo al oído de un electorado ávido de tener una figura presidencial fuerte, que supo apelar a los más profundos temores y también generar el ansia por un nuevo sueño americano. La ciudadanía estadounidense manifestó su voluntad popular: 140 millones de votos populares, de los cuales 72.4 millones fueron para el expresidente y ahora futuro mandatario número 47, Donald Trump.
La admisión de la derrota por parte de la vicepresidenta Kamala Harris y la felicitación a su contrincante es un acto de madurez y civismo. Queda en el tintero y en el plano de la hipótesis preguntar si Trump hubiese hecho lo mismo, sobre todo tras lo ocurrido en las elecciones anteriores y las afirmaciones anticipadas de un “fraude” si los resultados le eran adversos. En todo caso, hace historia al ser el segundo presidente en poder regresar a la Casa Blanca tras cuatro años fuera —el primer caso ocurrió hace 120 años—.
La campaña quedó atrás y también el anterior gobierno de Trump. A partir del 20 de enero próximo, se comenzará a escribir la historia de un mandato en condiciones muy distintas, sobre todo porque sendas mayorías republicanas en las dos cámaras le otorgarán un poder prácticamente absoluto para echar adelante su proyecto, Make America Great Again, mediante el cual pretende replantear y fortalecer el liderazgo industrial, tecnológico, económico y geopolítico de la que sigue siendo primera potencia mundial, aunque aquejada por crisis de drogas, migración, educación, acceso a servicios de salud y el factor más importante de todos, que decantó la voluntad ciudadana a su favor: la economía.
Aunque el gobierno de Biden exhibió buenas cifras de recuperación de empleos pospandemia, el costo de vida de los ciudadanos de a pie, sobre todo en estados otrora prósperos, le pasó una factura muy cara, literalmente. Así también, las guerras de Ucrania e Israel, con alto costo económico y fuerte impacto político, llevó a muchos jóvenes a rechazar el gobierno demócrata, al victimizar al pueblo Palestino. No obstante, Trump tiene históricamente una postura sionista aún más extrema; de nuevo, la economía estaba de fondo, al tomarse en cuenta los abultados paquetes de asistencia de EE. UU. en ambos conflictos.
Harris no se distanció lo suficiente del mandatario y no convenció al electorado acerca de sus planes económicos, en debates y entrevistas, un tema en el cual Trump le llevó ventaja por convertirlo en caballo de batalla. Los casos judiciales en su contra y la sentencia de culpabilidad de abril, que afrontó sin inmutarse en el tribunal, solo abonaron a mantenerlo en la mente del electorado. Caló el mensaje de que era víctima de un ataque político, y el atentado en su contra, en Pensilvania, el 13 de julio, galvanizó simpatías o al menos empatías.
En Guatemala son previsibles los temas de interés bilateral: migración, narcotráfico y comercio. El Gobierno esboza ya el abordaje de la relación diplomática y titubea más en lo referente a la solicitud de un estatus de protección temporal, o TPS para connacionales, pedido a Biden desde abril. La economía guatemalteca depende de las remesas de migrantes, y quizá aumenten de súbito por el temor a deportaciones. Ciertos funcionarios y exfuncionarios señalados de corrupción e incluidos en la lista Engel, creada en el primer período de Trump, se apresuraron a felicitarlo. Quizá tienen la ilusión de volver a tomarle el pelo como en 2017 o que EE. UU. no sepa o no recuerde quién es quién aquí.