Siempre por las ramas

|

cada intrascendencia que reportar con tal de saciar la sed mediática que hace famosos a los pobres diablos enfermos que esta sociedad genera cada día.

Sea Columbine, la anterior matanza, o cualquiera de los demenciales actos que se llevan a cabo con creciente frecuencia, organizaciones y activistas —anti esto y anti aquello— apuntan sus lanzas y culpan al sistema. Cientos de críticas. Incontables sugerencias, pero ninguna enfocando el verdadero problema, la causa matriz, la razón principal, el noúmeno del fenómeno del problema: “la disfuncionalidad familiar”.

Es que ahí es donde se cocen los caldos de la civilización. En el seno familiar. En padres funcionales, amorosos, cariñosos, comunicativos, responsables. En la familia, que es el núcleo fundamental de la sociedad. La célula en donde se aprende el amor, la responsabilidad, se detectan los problemas, se atienden y se corrigen los conflictos y las perturbaciones de los hijos.

No se puede criar a un niño por televisión o celular. El asunto se reduce a una simple suma de horas de influencia. Si los juegos o los programas de televisión se llevan la mayor parte del “día a día” del niño, el resultado es más que evidente.

¿Cuántas personas “mató” en el silencio virtual de su propio dormitorio en juegos este perturbado joven antes de jalar el gatillo frente a otra realidad? Su conciencia estaba apagada, desfigurada por el divorcio de sus padres. Adormecido su sentido de la realidad por la falta de contacto humano y desequilibrio sicológico.

Cuando en los divorcios se “divorcian” los padres de los hijos, la destrucción es total. Padres divorciados siempre habrá. Padres desvinculados es otra cosa.

Añádase a la fórmula destructiva el uso indiscriminado de “medicamentos”, y entenderemos en dónde se gestan estos pobres monstruos. Bombas de tiempo prestas a estallar en cualquier momento.

Podrá haber medicamentos que corrijan desbalances fisicoquímicos. Lo que se discute es creer que pueden ser la cura de un comportamiento cuyo origen esencial es la ausencia de un cuido filial, consistente, responsable y amoroso. “El amor cubre multitud de errores”, reza la Biblia.

Aprendamos pues de esta alarma. La relación filial es la parte fundamental del comportamiento de los hijos. En ella se gesta su futuro y el de esta sociedad, cada vez más demente y alienante. Con sus mecanismos de comunicación obscenos y patéticamente infantiles, casi primitivos. Premiando al que corre más, al más fuerte, el que gana en esto o aquello a los demás. En desfigurar el sentido de la belleza, creando barbies artificiales a costa de enaltecer la belleza interna. Familias funcionales, padres y madres involucrados es lo que necesitamos.

Pero claro, es más fácil prohibir los AK47. Pero, realmente, al final del día, lo que hace falta es relación con Dios. Acaso este 24 deberíamos dejar nacer a Jesús en el pesebre de nuestro corazón.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.