Los tumores de la circulación terrestre en Guatemala
Existen otras formas de regular la velocidad que no son precisamente estas pequeñas cordilleras de asfalto.
No puede haber una imagen más icónica de este asunto que la fotografía que acompaña el reportaje que Prensa Libre hizo sobre un accidente sufrido en una de las etapas de la Vuelta Ciclística a Guatemala. En una sola instantánea se aprecia a un número importante de ciclistas cayendo al suelo, producto de lo que la nota señalaba como la ausencia de una señalización de unos de los múltiples túmulos que pueblan nuestras carreteras. Es impresionante y ciertamente embarazoso que un país que quiere posicionar su vuelta ciclística como un evento de talla internacional tenga que padecer la presencia de estos estorbos permanentes a la circulación. Más aún si ponen en riesgo la integridad física de quienes participan en ella.
Muchas razones válidas se han esgrimido para la construcción de los túmulos, tales como la seguridad de las personas que viven a las orillas de las carreteras o la necesidad de controlar la circulación en áreas donde hay presencia de escuelas. Ciertamente es preciso proteger a las personas de los conductores irresponsables, pero también es cierto que hoy este tema se ha salido de control, y los túmulos han brotado en todas las carreteras del país sin ningún control o regulación. Pareciera que cada comunidad quiere tener su huella en el camino y hay quien llega a afirmar, no sin cierto sarcasmo, que los túmulos han aparecido para dar la oportunidad a los vendedores en la ruta para que ofrezcan más tranquilamente sus productos.
Se ha puesto en duda su utilidad y con sobrada razón. Si comparamos las carreteras de Guatemala con las de nuestro vecino país, El Salvador, podremos ver que allá no existen ni remotamente la cantidad de túmulos que vemos en nuestro país, a pesar de que las carreteras salvadoreñas también circulan por áreas pobladas. No existe ninguna estadística oficial que compruebe que haya allá mayores accidentes de tránsito o tragedias que lamentar producto de la ausencia de estos “reguladores del tránsito”.
Está comprobado el impacto negativo que tiene para la economía de las comunidades productoras el que los vehículos de transporte de productos agrícolas circulen extremadamente lento por esta razón.
Por otro lado, sí que está comprobado el impacto negativo que tiene para la economía de las comunidades productoras el que los vehículos de transporte de productos agrícolas circulen extremadamente lento por esta razón. Hace algunos años, Agexport documentaba el daño que se produce, por ejemplo, a las frutas u otros productos sensibles al movimiento, por los constantes sobresaltos a los que se somete la carga transportada. No digamos el daño a llantas o la carrocería que sufren los vehículos de los transportistas o el consumo adicional de combustible por la lentitud del tráfico.
Hoy se discuten en Guatemala leyes para mejorar la vialidad terrestre. Sería bueno que aparejado a la discusión del modelo de construcción de obra pública se incorporaran otros elementos a la discusión, como este tema. Por ejemplo, ¿cuáles son los estándares para regular la construcción de estos obstáculos en cuanto a tamaño, forma y modalidad? Existen otras formas de regular la velocidad que no son precisamente estas pequeñas cordilleras de asfalto. ¿Quién está facultado para autorizarlas y bajo qué lógica? Esto ayudaría a regular su aparición, motivada muchas veces hasta por los intereses del constructor local.
En estudios publicados por Fundesa, un factor crítico de competitividad es la velocidad a la que circulan los vehículos en la que se desplazan nuestros productos. El dato es aterrador. Entre hoyos y deslaves, también los túmulos son responsables. Así que, si queremos mejorar este dato, pongamos este tema también en la ecuación.