Catalejo
Termina lucha bochornosa de una elección parteaguas
Del resultado de mañana depende dentro y fuera de Estados Unidos, la percepción de país líder y en realidad democrático.
Las peculiaridades del extraño sistema electoral estadounidense provocan problemas de comprensión dentro y fuera de las fronteras. No hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla, dice el viejo refrán. De los 244 millones de votantes se espera la participación del 66%, de 165 millones surgirán los “votos electorales” dependientes del criterio de los “compromisarios”, representantes no obligados en todos los estados a votar por el ganador. Es una elección indirecta y una de sus consecuencias es otorgar la presidencia a quien recibió menos votos, lo cual provoca confusión y ahora sin duda rechazo entre quienes consideran la victoria electoral un producto de la mayoría lograda en las urnas. Así ha sido, pero es mayor el interés de no aplicar esa extraña lógica.
Del resultado de mañana depende dentro y fuera de Estados Unidos, la percepción de país líder y en realidad democrático.
Los errores de la semana anterior fueron increíbles. Un patán cómico invitado por los republicanos calificó de “isla basura” a Puerto Rico, cuyos ciudadanos representan un número importante de votos y pueden decidir una elección cerrada. Los latinoamericanos también pidieron una disculpa personal de Trump, pero se negó a darla. Los demócratas aprovecharon para atacarlo, entre ellos Biden, pero de inmediato borró el efecto del ataque al decir “sólo veo basura en los simpatizantes” de Trump, una ofensa para los 60 millones de votantes por él en la elección pasada. Cada segundo cuenta y no hay errores de poco efecto potencial, sobre todo cuando despiertan sentimientos de irreflexión entre los votantes de cualquiera de los partidos y sobre todo los indecisos.
Esta vez se afianzó como nunca el racismo, la misoginia, el irrespeto a los aspirantes en su calidad de personas. La mentira abierta y descarada como arma política campeó en el trumpismo. Hubo declaraciones sorpresivas, como la del general Kelly, ex jefe de gabinete de Trump, quien declaró haber tenido necesidad de explicar la sumisión de un jefe de Estado a la Constitución. Hubo declaraciones médicas de la incapacidad del expresidente para gobernar. Esto es serio, incluso para quienes lo apoyan. Nunca antes un expresidente había alabado a jefes de estado de países hostiles. Todo esto es causa de preocupación a nivel internacional a causa de la posibilidad clara de una victoria en el número de votos electorales, y va mucho más allá de la simpatía personal.
Desde fuera, preocupa la tan poca experiencia en el campo internacional de los dos personajes a punto de convertirse en jefes de Estado de un país de cercano a una división. La ola inicial en favor de Harris se detuvo pronto por su decisión de no responder preguntas periodísticas y ahora ya no parece quedar duda del empate técnico de las encuestas, ni del voto ciudadano en contra de alguien, no a favor del otro, al estilo chapín, como resultado del descuido generalizado de los dirigentes de los partidos políticos para cortejar el voto de nuevos simpatizantes y afiliados, y de la facilidad de nuevos aspirantes descalificados y/o con egos exacerbados y fortunas cuantiosas para apoderarse del poder político o de no tener la suficiente experiencia para lanzarse a la posibilidad de ser candidatos a un cargo con semejante poder de efecto mundial.
Factor necesitado de observación especial es la presencia en las urnas de las minorías negras, latinoamericanas, asiáticas, porque pueden ser factor fundamental para decidir la elección. Solamente queda la esperanza del retorno de la responsabilidad histórica de los contendientes y su partido, pues negar la crisis actual estadounidense es igual a no aceptar la luz del sol. De esta situación lleva-da a la orilla del abismo depende mucho del cercano, mediato y lejano futuro, porque es en el campo político donde se manifiesta con más fuerza. Es casi imposible conocer mañana mismo quién de los dos ganó tanto en el voto ciudadano como en el de los tan poco conocidos compromisarios, controladores de los votos electorales, centro del complicado misterio de esas elecciones.