Prensa y conflictividad
Con la obligación o pretexto de balancear la información, los periodistas podemos crear una dinámica de confrontación, haciendo las preguntas que estimulen la contradicción, procurando acrecentarla, ya que a mayor pelea mejor noticia. Desde esta perspectiva, obligamos a las fuentes interpeladas a que respondan con la mayor agresividad posible a lo que otra de nuestras fuentes ha dicho.
También suele pasar que, buscando la noticia, investiguemos las debilidades que tiene un planteamiento o un personaje, para hacer de ellas el punto central de la información, sin tomar en cuenta una visión más equilibrada, donde refiramos sin duda los aspectos negativos, pero también las virtudes que pueda tener el asunto en cuestión.
En ocasiones podemos caer en la descalificación de alguien, sea político, empresario, dirigente social u otro (a), encontrando aspectos reales o supuestos de sus ámbitos personales que los desprestigian, los cuales pueden ser falsos o, siendo verdaderos, podrían no ser relevantes en relación con la función pública que desempeñan.
El amarillismo es otra manera de atizar los fuegos de la conflictividad. Los medios pueden, mediante sus publicaciones y los enfoques estridentes, crear percepciones que construyan un imaginario donde se exacerben los problemas.
Lo anteriormente expresado no significa que esté afirmando que la conflictividad es una creación mediática. No se puede matar al emisario por la noticia que entrega. Al transmitirle a la ciudadanía la información que la realidad expresa, se impone la necesidad de tener presente la búsqueda de la veracidad, por imposible que sea alcanzarla en su plenitud. Los periodistas no somos unos simples relatores de la coyuntura, ni siquiera de la Historia, aunque esta quede plasmada en las páginas de los diarios, en la voz de la radio o las imágenes de la televisión y, más recientemente, en las pantallas de las computadoras conectadas al internet. El periodista tiene una responsabilidad profesional y un ineludible compromiso con la democracia. Contribuimos a modelar eso intangible que llamamos “opinión pública”.
Todo lo dicho, que se refiere al desempeño del comunicador social en términos generales, tiene una particular importancia al analizar la situación que actualmente vive el país, de cara a una conflictividad social que tiende a ir en aumento, la cual tiene raíces estructurales e históricas de gran profundidad, que se manifiestan en conflictos concretos cada vez más frecuentes y graves, creando situaciones coyunturales que afectarán la estabilidad social y política y dificultarán la gobernabilidad democrática del país.
En ese contexto, el y la periodista tenemos que estar preparados para darle cobertura a la conflictividad, cuyo agravamiento parece lógico prever. Las protestas por la minería, las hidroeléctricas, la indignación en los cantones de Totonicapán, etc., y, más recientemente, la polarización que se dio alrededor de la Ley de desarrollo rural, empeorarán los más de mil 300 conflictos ya existentes en territorios rurales.
Nos tocará informar sobre esa conflictividad, que seguramente irá en ascenso. El ejercicio responsable de la función social que debe caracterizar el periodismo, nos obliga a incidir a crear conciencia sobre los riesgos para la democracia, provocados por la desatención de las demandas populares, verdaderas causas del problema.