“Nadie me ha venido ayudar, nadie. Sólo al principio la policía me quería desalojar y me quería llevar a un asilo y les dije ustedes están locos. A mí me sacan sólo muerto”‘, dice Restrepo, de 63 años, una figura delgada y de cabello encanecido que vive con su mujer María García y una pequeña perra negra llamada Negrita.
Hace 21 años vive en ese alcantarillado porque perdió su trabajo como reciclador de latas y botellas, entonces vio el agujero y se metió.
Tiene una cama, un pequeño televisor, una diminuta estufa y un ventilador, sube y baja del hueco a puro impulso con sus brazos y ayuda a bajar y subir a Negrita. Ya decoró su casa con el rostro de un Santa Claus.
“Disfruto mucho de la Navidad. Prendó las luces…hago el muñeco de fin de año para quemarlo el 31 de diciembre. Aquí lo quemó” en el exterior del alcantarillado, narra Restrepo, quien sobrevive de propinas que gana como cuidador de autos estacionados en las aceras.
Asegura que nunca lo han robado y que mantiene cerrada cuando no están él y su esposa, quien trabaja limpiando casas, la tapa metálica de la alcantarilla para evitar que cualquier extraño entre a su hogar.
En medio de la pobreza que aqueja a por lo menos al 45 por ciento de los 46 millones de colombianos, Restrepo, como tantos otros, busca formas de sobrevivir y tener albergue, que algunos consiguen bajo puentes o en miserables casuchas levantadas con bolsas plásticas y algo de madera.
El secretario de gobierno de Antioquia, Santiago Londoño, dijo telefónicamente a la AP que desconocía el caso de Restrepo y no podía hacer declaraciones.
Restrepo tiene sueños, quiere ganarse la lotería e irse de paseo con su mujer y mascota a las playas de la costa del Caribe colombiano.
Por lo pronto, dice Restrepo, “yo estoy muy cómodo aquí en mi casa”. “Aquí he aguantado hasta tormentas. Lo único que me falta es pintarla. Voy a ver si el próximo año la pinto”, dice mirando las paredes alrededor.
“Yo aquí vivo bien, bueno, me conoce todo el mundo, me distraigo con ellos, todo el mundo viene y me saluda, me ayuda para la comidita. Yo vivo mejor que el presidente porque aquí nadie me molesta a mí y yo no molesto a nadie. El presidente vive encartado (complicado o enredado) con todo esos problemas que tiene”.