La Llorona es una mujer que va de barrio en barrio reclamando a sus hijos, presuntamente muertos, en Guatemala, donde también habita el Sombrerón, un ser de baja estatura que persigue mujeres de ojos grandes.
En Honduras dicen que vive La Siguanaba, una muerta vestida de novia, pero seductora, que se le aparece en ríos y quebradas a hombres borrachos para mostrarse luego como es: un ser horrible con rostro, lo que vuelve locos a sus víctimas que huyen despavoridos.
En Masaya, Nicaragua, el último viernes de cada octubre se vive una noche de terror con el tradicional carnaval de Los Agüizontes, un evento que se remonta a mediados del siglo XX en el que desfila La Llorona, la mujer que busca a sus hijos perdidos, así como un sacerdote sin cabeza.
El carnaval de Los Agüizotes presenta a sus protagonistas haciendo muecas y sonidos para asustar a los cientos de espectadores que ven pasar una procesión animada además por música de bandas filarmónicas e iluminada por la tenue luz de velas y candiles artesanales que completan el ambiente.
El desfile incluye elementos característicos de las leyendas como carretas arrastradas por bueyes esqueléticos y hombres sin cabeza, y también se pueden ver otros personajes del folclore local como El Cadejo, La Cegua, La Carreta Náhuatl y La Mocuana.
La Mocuana era una princesa que representa la traición a la confianza y a la hospitalidad indígena nicaragüense por parte de los conquistadores españoles.
Cuenta la leyenda que la mujer, contradiciendo la decisión de su padre, reveló los tesoros ocultos a su amante español, y después éste, como ya lo necesitaba, la encerró en la cueva de un cerro y le tapó su salida.
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La actitud de su amante le provocó la pérdida del juicio y se convirtió en la bruja de La Mocuana. Desde entonces se aparece en los caminos e invita a los caminantes a seguirla hasta la cueva. Dicen los que la han encontrado que no se le ve la cara, sólo su esbelta figura y su hermosa y larga cabellera negra.
En Nicaragua también está la leyenda de origen chorotega de La Mona Bruja, sobre brujas que a medianoche, mediante oraciones malignas, invocaban una transformación en su cuerpo creciéndoles las manos y pies, también se les desprendía la piel y les crecía pelaje en todo el cuerpo pareciéndose mucho a un mono.
Una vez convertidas, salían y se trasladaban entre los árboles sacudiéndolos junto con alaridos para causar miedo a las personas trasnochadoras, dejando sin habla a quien lograra verlas.
El Cadejo, un espanto que se pasea por Centroamérica
“El Cadejo” no solo desfila en Masaya, también espanta en Costa Rica, en Guatemala y en El Salvador, donde es un nombre que abunda en carteles y comercios.
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La leyenda salvadoreña dice que existen dos cadejos: el blanco y el negro. El primero representa la bondad y a quien se lo encuentre lo cuida.
El negro, por el contrario, atacará a quien lo perturbe, pues simboliza al espíritu del mal que persigue a sus víctimas, los hipnotiza con sus enormes ojos color rojo escarlata y cuando los atrapa les roba el alma.
En Costa Rica también está la leyenda de La Carreta sin Bueyes, que narra la historia de un labrador que robó la madera destinada para construir un templo católico y construyó con ella una carreta, a la que enganchó un par de bueyes. Sin embargo, sufrió un accidente y murió.
Se dice que desde entonces, la carreta se escucha pasar o se aparece cerca de las casas de personas avaras o codiciosas.
Mujeres hermosas que seducen y enanos siniestros
En Costa Rica, La Segua es una mujer hermosa que fue maldecida tras desobedecer a sus padres que le impedían asistir a una fiesta. Ella se le aparece en las noches a los hombres mujeriegos y fiesteros que no se pueden resistir a sus encantos, pero de pronto muestra su verdadero rostro similar al de un caballo.
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En tierras tica y también Panamá espanta La Tuleviej”, un fantasma femenino que usa un sombrero tule, con forma de plátano, con los senos hinchados y erectos que se transforma en un monstruo que vaga por caminos y despoblados.
En Honduras El Duende es un hombre de pequeña estatura que se refugia en cuevas, en áreas montañosas, desde donde sale en busca de muchachas bonitas o niños, a quienes se les aparece en ríos para robárselos y llevarlos a su escondite bajo engaños. A sus víctimas los engaña con regalos y puede dejarlas abandonadas en lugares remotos.