EDITORIAL
Desafío eléctrico debe enfrentarse con energía
La tendencia de urbanización sigue en ascenso e implica un mayor consumo eléctrico a nivel hogar, industria y servicios.
No, no es una redundancia decir que los retos en la generación de electricidad se deben enfrentar con energía: se requieren decisiones audaces para integrar una matriz energética que asegure la estabilidad del suministro en una época golpeada por el cambio climático y los patrones de lluvias, el alto costo —monetario y ecológico— de carburantes fósiles, así como el rezago y las limitaciones de inversión o implementación de plantas sostenibles como la solar, eólica y geotérmica. De la energía movida por las olas del mar —ya implementada en algunos países— ni hablemos, porque si difícil ha sido tener un puerto funcional en el Pacífico, imagínese usted instalar ese tipo de tecnología.
El reto está puesto: de no haber innovación y renovación en la integración de la generación eléctrica en Guatemala, para 2030 habrá una grave crisis que golpeará a la sociedad en conjunto, incluyendo la producción industrial, la calidad de vida cotidiana y la conectividad digital, según lo detalla un análisis del centro CABI. “Guatemala ha tenido suerte”, se dijo en la presentación, pues a pesar de los desbalances de precipitación pluvial, un 48% de la electricidad generada proviene de plantas hidroeléctricas, pero por la reducción de lluvias y caudales de ríos, este recurso —que antes parecía inagotable— está comprometido en el futuro.
Varios países de Latinoamérica pasan momentos oscuros de generación. Ecuador tiene hasta 10 horas de apagón diario, a causa de la reducción de nivel de represas hidroeléctricas por causa de sequía. El caso de Cuba es dantesco, con apagones de días completos porque depende casi exclusivamente de generadoras termoeléctricas cuyo combustible no está llegando a causa de la crisis venezolana y la insuficiencia de envíos desde Rusia, embarcada en una invasión a Ucrania que huele a derrota.
En Brasil hay hidroeléctricas que operan a menos del 10% de su capacidad y Colombia ha dejado de exportar energía para cuidar su recurso. Los abusos contra el medio ambiente pasan una factura onerosa, porque afecta millones de vidas y pone en aprietos a los gobiernos. De vuelta en Guatemala, el CABI indica que en ciertos escenarios se recomienda un aumento de generación mediante gas natural, por su bajo costo. Sin embargo, tiene el inconveniente de una mala o inexistente infraestructura portuaria y un previsible aumento en la demanda que a su vez encarecerá el recurso. Plantas de búnker y carbón suplen un buen porcentaje de generación, pero son altamente contaminantes.
La tendencia de urbanización sigue en ascenso e implica un mayor consumo eléctrico a nivel hogar, industria y servicios. No se trata de un asunto fácil y por ello la afirmación inicial de que se debe abordar con energía, es decir con firmeza, inteligencia y políticas atractivas de inversión para apostar por la diversificación de fuentes de generación. Reducir la dependencia excesiva de un solo tipo de plantas precisa de nuevas inversiones y allí hay otro reto.
En Guatemala sigue el robo de electricidad. Son miles de conexiones ilegales en poblados de la Costa Sur, promovidas por grupos que se dicen defensores de la gente, pero solo son ladrones que cobran por conectar ilegalmente las casas a un recurso que no han producido ni distribuido ni pagado. Esta pérdida golpea a compañías distribuidoras, que padecen el acoso de hordas agresivas cuando sus trabajadores tratan de retirar conexiones ilegales. Pero no le roban solo al distribuidor y generador, le roban al país y a usted la certeza de contar con mejores opciones de generación a futuro. Por eso este factor se debe enfrentar con energía. El tema es ineludible, y si se intenta esconder la cabeza en la arena, se despertará en la oscuridad.