Venezuela: crisis y oportunidad
El tema Venezuela es siempre muy conveniente que mantenga un signo multipartidista.
Dos meses después de las elecciones del 28/7, Venezuela sigue viviendo un tiempo de profunda incertidumbre. El gobierno no ha podido presentar las actas para demostrar su proclamada victoria. La totalidad de los gobiernos democráticos, incluyendo Brasil, Colombia y México, no reconocen el resultado oficial. Una buena parte de esos gobiernos ha reconocido a Edmundo González, como Presidente Electo, varios Parlamentos, incluyendo el europeo y el español han exhortado a sus gobiernos para hacer lo mismo. El Consejo de Ministros de los 27 países de la UE, ha decidido desconocer la legitimidad de la elección de Maduro, pero no han calificado a González, como Presidente Electo, manifestando que, de esa manera, apoyan el esfuerzo de Brasil, Colombia y México para tratar de lograr una solución negociada y pacífica a la crisis, antes de la toma de posesión, el 10/1/25. Por tanto, se crea o no, en la factibilidad de ese esfuerzo, no es conveniente criticar la posición de la UE, ni mucho menos participar en la utilización del tema Venezuela en las políticas internas de los países, en particular la española y la norteamericana. El tema Venezuela es siempre muy conveniente que mantenga un signo multipartidista. También, hay que evitar caer en las novelescas “cortinas de humo”, que tratan de ocultar el tema fundamental del auténtico resultado electoral. Como ya he mencionado en anteriores columnas, hay diferentes transiciones de la autocracia a la democracia. En casos como el de Ferdinand Marcos en las Filipinas de los años ’80 y de Pérez Jiménez, en la Venezuela de los ’50, fraudes electorales, presiones internas y externas, crearon las condiciones para una fractura en el régimen, en particular en las Fuerzas Armadas, que llevaron a la caída del gobierno. En cambio, en las transiciones negociadas exitosas, los que entregaron el poder ejecutivo, mantuvieron, por un tiempo, ciertos espacios de poder. De Klerk fue vicepresidente de Mandela y hubo justicia transicional. En Chile, Pinochet fue comandante del Ejército de Aylwin y después senador de por vida. Daniel Ortega entregó la presidencia a Violeta Chamorro, pero exigió que su hermano Humberto Ortega permaneciera como comandante del Ejército, por unos años. En Polonia, el presidente comunista Jaruzelski, mantuvo, por un tiempo, el control del Ministerio de la Defensa y del Ministerio del Interior, al entregar el gobierno al Primer Ministro democrático Mazowiecki.
El tema Venezuela es siempre muy conveniente que mantenga un signo multipartidista.
Lula y Petro, con el apoyo de México, han planteado públicamente algunas ideas, que quizás hubiese sido mejor tratar primero en privado con las partes. Mencionan el levantamiento de todas las sanciones contra Venezuela, amnistía general nacional e internacional, garantías totales a la acción política, gobierno compartido transitorio y después nuevas elecciones libres. “Por ahora”, el gobierno se ha atrincherado en una posición tipo “avestruz” de que ganó las elecciones y que hay que pasar la “página electoral”. Sin embargo, la muy pesada ilegitimidad de origen, por el desconocimiento de la mayor parte de la comunidad internacional y una legitimidad de desempeño que será cada vez más débil, por el aislamiento internacional, la inseguridad jurídica y el muy probable aumento de las sanciones, cualquiera sea el que gane las elecciones en EEUU, anticipan un considerable aumento de la emigración, una muy difícil gobernabilidad y una precaria estabilidad del gobierno, con consecuencias socioeconómicas traumáticas para los venezolanos y el hemisferio. En toda crisis hay riesgos y oportunidades. La esperanza y el cambio también pueden tener su oportunidad.