La iniciativa busca que las vías por las que transiten los automóviles estén perfectamente integradas en el paisaje y que su consumo de energía sea mucho menor que en los caminos actuales. Para lograr esto la primera fase incluye el uso de distintos tipos de pintura fotosensible para iluminar la carretera sin necesidad de usar electricidad y generar símbolos informativos en el pavimento.
“Se instalarán unas líneas en la superficie de la autopista que recolectarán la energía del sol durante el día y luego brillarán en la oscuridad durante diez horas”, explica Heleen Herbert, directora de Infraestructura de Heijmans.
“También desarrollamos materiales que cambian de color con la temperatura. Los usaremos para que cuando descienda a dos grados se ilumine el camino en forma de cristales de hielo”, expresa.
“Cuando conduzco me doy cuenta de que gastamos millones de dólares en las autopistas, consumimos grandes cantidades de energía y alteramos nuestro paisaje. La sostenibilidad es la parte más interesante porque podrá generar energía en la propia ruta”, dice Daan Roosegaarde, director del estudio.
En la segunda fase del proyecto se prevé incluir turbinas de viento generadoras de energía y carriles de recarga de baterías, para aprovechar el viento que producen los carros.
“Otras ideas que necesitan más inversión son algunas como la línea de carga, que en lugar de tener que esperar seis horas para transferirle energía a un auto eléctrico funcionará a base de una vía prioritaria para cargar el vehículo mientras se conduce”, señala Roosegaarde.
Aunque el proyecto es ambicioso, algunos se plantean si el costo de incorporar estas nuevas tecnologías a la ruta no resultará excesivo para muchos gobiernos en crisis.
De acuerdo con Roosegardee, la idea ya habría despertado el interés de naciones con grandes problemas energéticos como India, China y países de Latinoamérica, donde la nueva autopista podría empezar a verse en cinco años.