Aleph

La Declaración de Gorée

Los niños esclavizados en Gorée carecían de nombre individual, tal como sucede hoy con millones de niñas y niños del mundo.

Frente a las costas de Dakar, está la Isla de Gorée. En ella está la Casa de los Esclavos y el estrecho pasillo al que llamaron “el lugar de donde no se regresa”. Se calcula que por allí pasaron 20 millones de esclavos de toda África durante tres siglos, en su tortuoso camino hacia Estados Unidos, el Caribe y Brasil, entre otros. Fue Gorée la base más activa del mercado de la esclavitud y hoy es considerado el lugar más simbólico de la trata de personas en la historia de la humanidad. En 1978, la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad.

Los niños esclavizados en Gorée carecían de nombre individual, tal como sucede hoy con millones de niñas y niños del mundo.

En este lugar, los miembros del Comité Internacional 17 de Octubre que abogamos por la eliminación de la pobreza desde el Movimiento Cuarto Mundo, fundado por Joseph Wresinski, firmaremos la Declaración de Gorée, fundamental en este momento de crisis planetaria. Esta declaración inicia reconociendo a Gorée como el símbolo de la trata transatlántica de esclavos, un oscuro capítulo en la historia de la humanidad, marcado por la crueldad, humillación y sufrimiento humano, así como su profundo impacto en la desigualdad racial actual y la trata de personas en todo el mundo.

En ella, recordamos y honramos a las mujeres, los hombres, las niñas y los niños que fueron brutalmente capturados, transportados a la fuerza y despojados de su dignidad y libertad. Afirmamos que la pobreza extrema es una forma de esclavitud, directamente relacionada con la trata de personas. Me es imposible olvidar que, en aquel mercado de seres humanos, las mujeres valían más que los hombres, y esto era determinado por su salud, su busto y su dentadura. Me pregunto cuánto ha avanzado la humanidad, ya que hoy la trata de personas es uno de los “negocios” más lucrativos del mundo y las mujeres siguen siendo las principales víctimas de este delito.

Los niños esclavizados en Gorée carecían de nombre individual, tal como sucede hoy con millones de niñas y niños del mundo. En la Declaración reconocemos que una de las dimensiones ocultas de la pobreza es el maltrato institucional; no dotar de un certificado de nacimiento o identidad legal a un ser humano significa negarlo, despojarlo de sus derechos, hacerlo inexistente.  En este sentido, hacemos hincapié en el derecho inalienable de cada niña y niño a tener acceso a un nombre, una identidad y un registro civil, condición indispensable para acceder a los demás derechos. Es preciso no dejar a nadie atrás y esto comienza con el registro de nacimiento de toda la niñez del mundo, por lo cual hacemos un llamado a los gobiernos y las sociedades del mundo para lograr un registro universal de nacimiento en el 2030.

Los sistemas de opresión privan a los seres humanos de su libertad. Son sistemas políticos, económicos y sociales que benefician a pocos, mientras le quitan a muchos la posibilidad de llevar vidas dignas y hacen imposible que los menos privilegiados se liberen de las cadenas de la miseria. La discriminación profundiza las desigualdades estructurales y amplía el abismo entre los pocos privilegiados y las mayorías marginadas. En 2015, los líderes mundiales resolvieron “liberar a la humanidad de la tiranía de la pobreza, el hambre y la miseria, cuidar y preservar el planeta.”  Sin embargo, la reciente Cumbre de las Naciones Unidas sobre el futuro, concluyó que “la pobreza, el hambre y la desigualdad van en aumento. Los derechos humanos están amenazados y corremos el riesgo de dejar atrás a millones de personas.” La emergencia climática, la violencia, las guerras y los conflictos de distinta intensidad en todo el mundo impactan con mayor fuerza a los más pobres. Y mientras los gastos militares aumentan en el mundo, la inversión social se reduce.

Sin embargo, vemos hacia el futuro con esperanza y hacemos un llamado a la acción para acabar con la discriminación, la esclavitud moderna, la pobreza y la injusticia. Que la Declaración de Gorée sea un faro de luz que ilumine la humanidad que queremos y podemos ser.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.