Nota bene

¿Queremos otra primavera socialdemócrata?

¿O una primavera liberal?

Revivir los ideales de la revolución de octubre de 1944 es una de las metas de la administración Arévalo. Según Prensa Digital, el gobierno invirtió Q517,493.13 en la campaña “Revolución Viva”.  Allí, el Movimiento Semilla se retrata como heredero de la llamada primavera democrática, que abarca la presidencia de Juan José Arévalo y de Jacobo Árbenz.

El Estado benefactor falla.

Uno de los videos publicados en el sitio web que montaron para conmemorar la revolución de octubre se titula “Pueblo en Marcha”. Es literalmente propaganda electoral; promueve la candidatura presidencial de Árbenz.  El locutor nos informa orgulloso que la revolución trajo las elecciones abiertas,  el respeto a la libre expresión, el libre comercio y el progreso económico. Imágenes de un ferrocarril con pasajeros y de trabajadores portuarios cargando bananos a un barco ilustran tal desarrollo.  El presentador también se congratula por la fundación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) y la aprobación del Código de Trabajo.

Hoy, los únicos trenes que operan en Guatemala se encuentran en los parques de diversiones.  Los puertos y las carreteras están notablemente deteriorados.  El IGSS atiende a poco más de 1.62 millones de cotizantes, una modesta parte del total de personas económicamente activas. Se estima que más de 70 por ciento de la población labora en la economía informal, sin acceso al IGSS y al margen de lo dispuesto por el Código de Trabajo. Además, se reportan casos de corrupción millonaria dentro del IGSS. Mientras tanto, miles de compatriotas emigran en busca de mejores condiciones laborales en el extranjero.  

La campaña Revolución Viva insinúa que Guatemala estaría mejor si el golpe de Estado de 1954 no hubiera interrumpido aquella primavera, es decir, si hubiéramos seguido la receta socialdemócrata o socialista de forma continua por 80 años. Omiten decir que los gobiernos sucesivos, incluso los militares, intentaron viabilizar programas sociales de corte benefactor, como el IGSS.

Por otra parte, se ha documentado el fracaso del Estado benefactor en muchos países.  Los académicos sugieren reformar o abandonar el dirigismo y el distributismo estatal por varios motivos.  Primero, no se previó el impacto de los subsidios en la productividad: al ofrecer beneficios a cambio de nada, las personas dejan de esforzarse y trabajar, y se tornan dependientes del Gobierno. Segundo, los funcionarios públicos no fueron capaces de producir bienes y servicios con eficiencia, sobre todo en países subdesarrollados.  El modelo condujo a la proliferación de programas estatales, y con la burocracia adicional surgieron nuevas oportunidades para la corrupción.  Tercero, se produjo un círculo vicioso: aumentaron los impuestos para hacer frente a un abultado gasto público, pero una carga tributaria fuerte afecta a la economía y merma la recaudación. Finalmente, la pirámide del seguro social es insostenible dado el envejecimiento poblacional y las bajas tasas de fertilidad, pues cada vez hay menos jóvenes para pagar los beneficios de los jubilados.

El Estado benefactor no se cura con otra primavera.  Es necesario virar la embarcación en dirección contraria. El Estado debe reducir sus atribuciones y enfocarse en sus funciones primordiales, como la seguridad y la justicia.  Hace falta liberalizar la economía, pues el mercado sabe cómo atender eficientemente a las poblaciones necesitadas.  Puede proveer a la comunidad de seguros, educación, salud, vivienda, carreteras, puertos y otros servicios sociales.  El verdadero bienestar emerge en sociedades de personas libres que producen e intercambian voluntariamente, y asumen la responsabilidad por sus propias vidas.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).