PLUMA INVITADA
Miguel Ángel Asturias con Picasso
Picasso fue padre del cubismo e hijo adoptivo del surrealismo.
En los famosos felices años locos de París (1920-1929), la ciudad fue la Capital Mundial de la Cultura, el ombligo del mundo, la Babilonia en la que circulaban artistas y escritores de Europa, Estados Unidos y América Latina y el Caribe, con diversas propuestas artísticas y literarias. Los artistas y escritores estadounidenses, entre ellos Hemingway, huían de la ley seca. Cada quien aceptaba lo que mejor le parecía. Había charlas y discusiones en los cafés. A algunos como James Joyce, que recién había publicado Ulysses, que llegaba al café La Closerie des Lilas, Miguel Ángel lo vio de lejos. Con Robert Desnos hizo gran amistad. En otros casos, como el de Picasso, asistió a las discusiones que sostenía con otros artistas. Luis López Álvarez cita a Asturias: “En el (café el) Jockey estaba casi siempre Pablo Picasso, que usaba un traje azul como los que llevan los albañiles. Con Picasso estaban siempre otros artistas. Se tomaba vino, se tomaba pernod, y nosotros nos colábamos en el café Jockey porque nos interesaban las discusiones entre partidarios de dos formas de pintura, y oír, por ejemplo, a Picasso decir en muchas ocasiones: Yo deformo el mundo porque no lo quiero, o hago esto o lo otro porque quiero. Así aparecía el “quiero” del español, el “porque me da la gana”. Es algo heredado por los hispanoamericanos. A menudo no se trata de una escuela artística, sino del resultado del “deformo la realidad porque me da la gana”. Había en el París de entonces la posibilidad de que un artista delante de un mostrador defendiese su obra en voz alta frente a los que lo estaban criticando. El artista se veía obligado a dar explicaciones fueran o no satisfactorias”. Picasso fue padre del cubismo e hijo adoptivo del surrealismo.
Picasso fue padre del cubismo e hijo adoptivo del surrealismo.
Antes de ir a Europa, Miguel Ángel también contempló pinturas originales de Picasso, que habían sido traídas a Guatemala por el poeta y escritor español Jaime Sabartés.
De 1904 a 1927, Sabartés, gran amigo de Picasso, vivió en Guatemala, tanto en la capital como en Quetzaltenango. Organizaba tertulias culturales a las que asistían especialmente pintores y escultores, pero también literatos y críticos de arte de la época, entre ellos figuró Miguel Ángel. En 1935, Sabartés se convirtió en secretario particular de Picasso.
Un poncho de Momostenango, que Picasso apreciaba mucho, cubría su cama.
El pintor surrealista Salvador Dalí fue un caso especial porque su extravagancia la llevó hasta su presentación. Se le recuerda con aquellos largos bigotes arqueados hacia arriba, exhibiendo un comportamiento poco convencional. Dalí aseguraba que había inventado el método crítico paranoico mediante el cual incluía un estado mental de alucinaciones, sin el uso de productos químicos, las cuales luego se plasmaban en el arte.
En una ocasión, Dalí dijo: “Un cuarto de hora después del desayuno, me coloco una flor de jazmín detrás de la oreja y me dirijo al retrete”. En esta frase genial, Dalí unió la belleza (la flor de jazmín) con lo banal (el retrete). El aroma exquisito de la flor de jazmín, con el olor pestilente del retrete. Un contraste violento. Dalí fue expulsado…
En el cine fue famoso el cortometraje surrealista Perro Andaluz, realizado por el también español Luis Buñuel con la colaboración de Dalí. Este filme tuvo una ocurrente inspiración. Dalí le contó a Buñuel que había soñado con hormigas que pululaban en sus manos. Buñuel a su vez narró que su sueño había sido cómo con una hoja de navaja cortaba la luna en dos.
Luis López Álvarez pone estas palabras en boca de Miguel Ángel: “La influencia de Picasso sobre nosotros, que no éramos pintores, sino escritores, tiene sentido: Picasso era español. Picasso y Buñuel eran de nuestra carne, de nuestra sangre, de nuestra manera de ser y de pensar”.