por la libertad

Prohibiciones: ¿solución o desastre?

El camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.

Cada vez que hay un problema social, escucho a la gente pedir la intervención del Gobierno y que se prohíban ciertas cosas. Con el problema de la basura y la contaminación de ríos, se pide la prohibición del plástico. Con el problema de la deforestación, se solicita la prohibición de la tala de árboles. Con el problema de la contaminación que en el pasado tuvo alguna empresa minera, se pide una moratoria o prohibición de la minería. Con el problema de la drogadicción, se exige la prohibición de la producción, distribución y venta de drogas. Con el problema de la violencia, se plantea la prohibición de las armas. Y puedo seguir con más ejemplos que suenan contradictorios. Ya he comenzado a escuchar que ahora también se está en contra de las supuestas energías limpias, como las hidroeléctricas y las solares, en algunas partes del mundo.

Los resultados no han sido positivos y han encarecido la vida de las poblaciones sujetas a tantas prohibiciones.

La creencia de que prohibir ciertas actividades como algunas de las que mencioné es positiva para la humanidad generalmente proviene de preocupaciones sobre sus efectos negativos en el medioambiente, la salud pública y la sociedad en general. Muchas personas ven estas prohibiciones como pasos necesarios para proteger el planeta, prevenir daños ecológicos irreversibles y mejorar la calidad de vida. Sin embargo, las consecuencias de las prohibiciones no resuelven ningún problema según las intenciones de quienes las proponen. El camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones. Los resultados no han sido positivos y han encarecido la vida de las poblaciones sujetas a tantas prohibiciones. Encima de todo, con gobiernos corruptos e ineficientes y con las necesidades más urgentes de la población, resulta imposible controlar y lograr que se cumplan esas prohibiciones.

¿Si un país decide prohibir la minería de metales, por ejemplo, dejará de utilizarlos? Hoy en día los metales son fundamentales en todo lo que usamos. ¿Dejaríamos de utilizar vehículos de transporte? ¿Dejaríamos de construir edificios y casas, hospitales, escuelas, puentes? ¿Dejaríamos de usar celulares, cocinas, etc.? Si se prohíbe la tala, dejaríamos de usar madera para nuestros muebles, tarimas industriales y leña. En los países menos desarrollados, la leña es fundamental para que la gente en el interior, donde no hay electricidad, pueda cocinar sus alimentos y calentar sus hogares. ¿Si prohibimos las armas, las balas y las drogas, se acabará la violencia? Los criminales no necesitan permisos para portar sus armas; las consiguen en el mercado negro, y listo. Lo mismo ocurre con las drogas. En cuanto a los metales y la madera, alguien ha dicho que las importaríamos. Sí, podríamos importarlas de aquellos países que precisamente no lo prohíben y generan oportunidades de mejorar la vida de su gente; reforestan, hacen crecer la economía y promueven el bienestar al poder explotar esos recursos. Mientras tanto, quienes se llenan de prohibiciones seguirán empobreciéndose, porque tener recursos y no explotarlos es seguir perpetuando la pobreza.

Es verdad que existen problemas que la humanidad debe resolver, pero la mayoría de ellos se resuelven en la medida en que las sociedades se van desarrollando y volviendo más ricas. Existe una clara correlación entre mayor libertad y crecimiento económico, mejora del medioambiente en todos sus aspectos, mayor gobernabilidad, disminución de la criminalidad, etc. Quienes creen que las prohibiciones y el exceso de regulaciones sirven, mejor deberían pensar en lo que realmente funciona: mayor libertad y responsabilidad individual. Solo así surgirán soluciones innovadoras que permitirán a los miembros de la sociedad vivir mejor y resolver la mayoría de los problemas que preocupan a la humanidad.

ESCRITO POR:

Ramón Parellada

Empresario. Catedrático universitario. Director del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).