Los investigadores realizaron un seguimiento durante ocho años a más tres mil individuos de edades comprendidas entre 60 y 90 años, con el objetivo de profundizar en el vínculo entre bienestar emocional y bienestar físico. Los participantes tuvieron que evaluar su grado de satisfacción respecto de su trabajo, su forma de ocio, su compañía, su estado anímico y su pasado.
Al mismo tiempo, los científicos midieron la destreza con la que los sexagenarios desempeñaban actividades cotidianas e incluso cómo caminaban, ya que la forma de andar es un indicador de futuros trastornos neurológicos.
Los resultados del análisis indicaron que disfrutar de la vida garantiza una mayor independencia en las actividades diarias en la vejez, así como un deterioro mucho más lento del estado físico. Las personas que carecían de dicha jovialidad eran tres veces más propensas a desarrollar problemas de salud durante los años subsiguientes.