EDITORIAL
La ración de excusas ya se está terminando
Se necesita de acciones innovadoras.
Ya se cuentan en lustros los programas gubernamentales de entrega de alimentos, sin que hasta la fecha exista una reducción marcada en los índices de desnutrición. Además de la discontinuidad, rebautizos o creación de programas, existen otros factores que distorsionan el foco, el alcance y hasta la auditoría de beneficiarios. Clientelismos politiqueros, veleidades ediles, falta de acceso vial a comunidades, desabasto de insumos y hasta limitaciones logísticas han lastrado la eficiencia de los programas.
Se calcula que hay dos millones 900 mil guatemaltecos en riesgo de inseguridad alimentaria, localizados sobre todo en el área denominada Corredor Seco, vulnerable a la pérdida de cultivos por la variabilidad climática y la carencia de asesoría técnica, a lo cual se suman altas tasas de desempleo, que reducen los ingresos económicos de los hogares. Este segmento de población es al que todos los partidos políticos y presidenciables aluden en tiempos de campaña, para ofrecer dotaciones alimentarias, atención nutricional infantil y mejoras en la atención de salud preventiva.
Con ocho meses de gobierno, antecedidos por cinco de transición, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación reporta haber beneficiado a 285 mil familias en condiciones de vulnerabilidad alimentaria, es decir, prácticamente una décima parte del total en riesgo. Cabe añadir que el mencionado alcance numérico de la asistencia se logró a través de cinco programas en los que intervienen varias dependencias estatales, según detalló el ministro de Agricultura, quien en declaraciones a este medio expuso las consabidas y sobrediagnosticadas causas del problema, incluyendo la sequía, la pobreza y el desempleo. Se necesita de acciones innovadoras.
Programas con llamativos nombres, como Mano a Mano o Avenidas para el Buen Vivir fueron lanzados entre abril y mayo, cuyos planes y funciones se entrecruzan para tratar de mejorar oportunidades productivas y la ingesta calórica necesaria para asegurar el sano crecimiento de los niños. La mitad de las 285 mil entregas ya mencionadas se registraron durante julio en departamentos del Corredor Seco, como Baja Verapaz, El Progreso, Quiché, Huehuetenango y Zacapa. No se conoce cuál es la proyección de entregas, tanto en relación con cobertura geográfica como a la cifra de beneficiarios.
Es de esperar un seguimiento técnico y estadístico para verificar el consumo de las dotaciones alimentarias, así como el acompañamiento de salud nutricional, para evaluar desde el inicio mismo la efectividad de esta inversión social, que es fundamental y estratégica. Por eso mismo no se puede fiar de simples apariencias y menos aún de esperanzas o percepciones. Se necesitan datos para saber que se va por buen camino o corregir el rumbo. Con la reciente ampliación presupuestaria, no exenta de polémicas, se asignó un fondo de Q500 millones para la compra y provisión de fertilizantes e insumos agrícolas, cuya distribución puede convertirse en un programa insignia de reinvención productiva o una francachela de repartos manchados por favoritismos locales. Son aspectos que a estas alturas ya deben estar establecidos de manera taxativa. Asimismo, de nada sirve dar semillas, aperos de labranza y abonos si no existe un acompañamiento agronómico con pertinencia cultural. La adquisición proba de todos los insumos para la asistencia nutricional, de calidad y al mejor precio ni siquiera debería mencionarse, pero dados tantos fiascos, se advierte su necesidad, porque, a fin de cuentas, a este gobierno ya se le está terminando su ración de excusas.