Catalejo

Debate Harris–Trump inicia la corta recta final

A 52 días de las elecciones estadounidenses aún puede haber sorpresas, aunque se haya afianzado Kamala Harris.

Las campañas electorales pueden ser consideradas una guerra —en el sentido figurado, claro. Tienen batallas y dependen en mucho de los reflejos y las decisiones de quienes se enfrentan; solo puede haber un ganador y el segundo lugar es simplemente una derrota. La retirada estratégica resulta inútil cuando queda poco tiempo para la votación porque resulta la tácita admisión de una innegable derrota, y las decisiones equivocadas llevan al desastre. Una estocada, aunque no mate, casi siempre deja imposibilitado al contendiente. El debate Harris-Trump (orden alfabético) lo ganó ella, según todos los observadores moderados, pero se arriesgó innecesariamente al pedir otro y su adversario lo anunció, a las pocas horas se desdijo y de hecho la declaró ganadora. 

A 52 días de las elecciones estadounidenses aún puede haber sorpresas, aunque se haya afianzado Kamala Harris.

Ello no significa necesariamente una victoria el 5 de noviembre, pero la acerca. La batalla fue en realidad el inicio de la recta final. Este tipo de guerra, de solo dos contendientes, no permite un fin negociado ni un segundo puesto. Solo hay un ganador, pero sí permite una rendición, aunque sea tácita. Al compararla con la reciente entre Biden y Trump, el fracaso del presidente causó su salida de la contienda y el fin de su carrera. El martes el efecto fue inmediato: los demócratas recibieron el miércoles US$47 millones de 600 mil donaciones, según el NY Times, y la audiencia superó a 60 millones, alrededor del 25% de los votantes. Todo esto es el resultado de factores como haber actuado Trump como siempre y Harris en forma distinta, directa y con éxito.

Desde los primeros segundos dio muestras: sorprendió a Trump con su enérgico saludo, se preparó, manejó eficientemente sus gestos, miradas, controló sus exageradas risas, convirtiéndolas en sonrisas como arma de burla y sorpresa, en acciones astutas y calmadas para   sacar de sus casillas al contrincante, quien cayó en esa trampa. En política pierde quien parpadea o se enoja, porque puede tener resbalones a veces fatales, como cuando acusó a los inmigrantes de comerse a los gatos y perros de la gente. Fue un abanico de errores: sin duda asustó —por lo absurdo de la afirmación— a los republicanos moderados, no le agregó simpatizantes y le dio terreno a Harris de atacar con base de verdades incómodas como “a usted lo despidieron 81 millones de votantes”.

Harris empleó otra vez la idea del derecho de la mujer de “qué hacer con su cuerpo”, un eufemismo para el aborto provocado, a mi criterio injustificable, aunque la frase políticamente esté de moda, pero es un espinoso tema —como el de “aborto tardío”— ajeno a este análisis. Se arriesgó al pedir otro debate porque toda batalla se puede perder y demuestra el mismo error de desdeñar y menospreciar al oponente. Ayer, republicanos moderados señalaron la evidente falta de preparación de Trump y su actitud voluntariosa, mientras analistas locales y extranjeros en periódicos no activistas hicieron lo mismo, tanto en América Latina como en Europa. Sin embargo, aún faltan 52 días y en este “futbol político” también participan tanto los errores como lo inesperado.       

A los latinoamericanos de nada nos  sirve alegrarnos o enojarnos, al no tener vela en ese entierro. Me sorprende y rechazo la enjundia de quienes hasta insultan a los  simpatizantes de cualquiera de ambos políticos. Hacerlo es caer en la obcecación, sobre todo en los chapines no afectados porque las remesas de sus familiares sean fundamentales para su subsistencia. Se puede sentir simpatía por cualquiera de ellos, pero nada más, y tal vez hacer alguna apuesta para el 5 de noviembre o enterarnos por TV del avance de los resultados de una elección cuya mayor importancia radica en esos 270 votos electorales de los estados, por los cuales —como ya ha ocurrido— una elección se puede ganar aunque el triunfador tenga menos votos obtenidos por la voluntad mayoritaria de la población.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.